Jaime Rabanal prevé que el próximo año la deuda del Principado será de 1.400 millones de euros, el 7% del PIB. Para valorar cualquier cifra hay que ponerla dentro de un contexto que nos sirva de referencia. La deuda del Principado representaba el 3% del PIB hace un año. En el último ejercicio creció en un 27% hasta llegar a los 933 millones. Para cuadrar los presupuestos de 2010 es preciso aumentarla en más de un 50%, y así se llegará a los 1.400 millones, que suponen el 7% del PIB. Es posible que la cifra final sea aún más abultada, como ya dejó entrever Areces en declaraciones a Canal 10, al estimar que puede aumentar en 550 millones, lo que supondría rozar los 1.500 millones. De forma gráfica: la deuda sube como un cohete en el Principado, aunque hay otras comunidades autónomas (Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana) en que el nivel de endeudamiento triplica al de nuestra región.

Al irrumpir con fuerza la crisis económica en Europa, hace un año, la política anticíclica decretada por los gobiernos llevó a aumentar el endeudamiento para hacer frente a la caída de consumo y al aumento del paro. El sector público jugó un papel decisivo. En los países, como España, en que no se ha logrado reactivar la economía, existe la misma necesidad de inversión pública que antes, a la que hay que sumar las ayudas a los damnificados de la crisis, como las personas en paro y sectores económicos necesitados de respiración asistida. El margen de maniobra para atender tantos compromisos se ha estrechado, porque la despensa de las administraciones está vacía.

Asturias, como el resto de las regiones, no tiene que financiar la subvención del desempleo, que a lo largo de este año se llevará 38.000 millones de euros del Gobierno central. El Principado debería centrarse en asegurar la sostenibilidad de los servicios públicos, introduciendo reformas, y dejando una reserva para invertir en el plan estratégico de la Universidad de Oviedo, por poner un ejemplo. Sin embargo, la vigencia de determinados postulados ideológicos hace que los servicios públicos sean irreformables y que mantengamos un nivel de gasto propio de ricos, pero a costa de asumir mucha deuda. Rabanal cuenta que en tres años se vuelva al nivel de deuda de antaño. Amortizar tanta deuda con la futura subida de los tipos de interés es una quimera.