La interminable espera por la candidatura del PP a la Presidencia del Principado puede desembocar en una crisis de la organización asturiana. Si nos atenemos a la definición de crisis de Gramsci -«cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer»-, lo viejo del PP regional es el estigma de partido claudicante, con vocación de fuerza opositora, resignado a una mayoría de izquierdas en Asturias. Lo nuevo es la impronta de partido que aspira a ganar y quiere liderar la región.
Mes a mes, el PP asturiano se ha ido metiendo en un atolladero, porque la dirección no propuso a ningún candidato, y cuando las bases del partido, un tercio del grupo parlamentario, la gran mayoría de alcaldes y un buen número de juntas locales pidieron la vuelta de Álvarez-Cascos a la política asturiana, no tuvieron mejor idea que hacer un comunicado de rechazo hacia el ex ministro de Fomento, inventándose una reunión de la comisión de candidaturas que rechazaba la hipotética alternativa del político gijonés. La desidia de Ovidio Sánchez, al no preparar el relevo en la candidatura autonómica, una vez que había anunciado su voluntad de no repetir como cabeza de lista, sólo es igualada por la imprudencia de Gabino de Lorenzo, muñidor del manifiesto de rechazo a Cascos, después de haberlo elogiado encendidamente.
Ante una situación tan comprometida, el equipo de Mariano Rajoy mostró su profundo malestar por el proceder de los dirigentes regionales, sin zanjar el problema eligiendo candidato. El silencio de los jefes del PP regional, una vez que quedó desbaratado su plan de dejar fuera de la carrera electoral a Álvarez-Cascos, fue replicado por los homenajes de militantes al ex ministro de Fomento, para dejar claro que o ganan unos o ganan otros, porque el enfrentamiento no quedará en tablas.
En las próximas semanas se verá si Mariano Rajoy opta por el candidato que responde a las expectativas del electorado de derechas de la región, o prefiere darle la razón al dúo De Lorenzo-Ovidio Sánchez, lo que significaría prolongar el statu quo del PP asturiano, caracterizado por una vida militante lánguida, una actividad opositora de bajo perfil y desconexión con el entorno social. Sobre esto último, el más reciente ejemplo fue el choque de Ovidio Sánchez con la cúpula del empresariado, tras dar a entender que formaban parte de la comitiva de un viaje oficial del Principado por razones meramente lúdicas.
Formas
La diferencia de criterio entre el aparato del partido y otros destacados dirigentes o las bases de la organización no es una situación novedosa. En más de una ocasión sucedió en todos los partidos. Un problema así no deriva en crisis si se aplica un método lógico para resolverlo. Hay dos formas de elegir un candidato: o se logra un consenso interno o se procede al escrutinio entre los afiliados. Son las dos únicas maneras de lograr que el elegido esté revestido de autoridad. Cualquier otro procedimiento es un apaño.
En el PSOE asturiano el relevo de Álvarez Areces responde al consenso interno, al no alzarse ni una voz en contra de la candidatura de Javier Fernández. Se trata de la situación ideal porque muestra una organización unida, pero no pasa nada si hay división sobre el candidato. Si hace falta contrastar el apoyo que tienen dos o más líderes se convoca a la militancia a las urnas y el ganador es el candidato de todos. Si se procede con transparencia todo el partido acaba ganando.
Ovidio Sánchez y Gabino de Lorenzo tienen plena libertad para disentir sobre la oportunidad de la candidatura de Álvarez-Cascos. Lo que deberían de haber hecho es proponer a otro candidato/a y que la dirección regional convocara elecciones internas para pulsar los apoyos de ambos. Si el candidato/a del aparato obtiene más votos que el ex ministro de Fomento, contará con suficiente autoridad para representar a toda la organización en las elecciones autonómicas. Lo que no es de recibo es la utilización de métodos torticeros, como simular una convocatoria de la comisión de candidaturas para vetar al ex ministro. Eso es lo que conduce a la crisis.
Congreso
La división de un partido no se puede remediar con fórmulas burocráticas. ¿Qué autoridad tiene Ovidio Sánchez para hablar en nombre del PP asturiano si no fue capaz de convocar a la junta directiva regional ni una sola vez desde el último congreso? ¿Qué críticas se harían a los socialistas si Javier Fernández no convocara en dos años al comité regional de la FSA?
Llegados a este punto del enfrentamiento, la mejor fórmula para resolver el embrollo de la candidatura del PP sería la convocatoria de un congreso extraordinario con elección del candidato por todos los militantes. De esa forma se solucionaban dos problemas en un solo acto: candidato y dirección del partido.
Como es probable que Rajoy no vea bien ese método, puede que utilice su autoridad para forzar un consenso en torno al candidato, aunque será un tanto artificial porque nadie se va a creer que De Lorenzo y Ovidio Sánchez van a apoyar sinceramente a Álvarez-Cascos. Quizás por eso Rajoy no se marca un plazo concreto de tiempo. Aun con todo, cualquier salida es mejor que la jugada que barrunta el aparato del PP regional, eligiendo el sanedrín a una candidata (concejala o diputada) para poner fuera de circulación a Álvarez-Cascos. Si la niña de Rajoy provocó risas en la pasada campaña electoral, la niña de Ovidio Sánchez llevará directamente a la crisis y será el inicio de otra década perdida para el PP asturiano.