El resultado de las elecciones andaluzas heló la sonrisa al estado mayor del PP. En tres años perdieron 17 escaños. La estrategia de Rajoy fracasa; no vale con hablar a todas horas de los 400.000 nuevos empleos de 2014 hay que hablar de política. En la dirección del PP, sólo Esperanza Aguirre ha entendido que para ganar esta vez no bastan los indicadores económicos. La corrupción de Bárcenas y de la Gürtel, sumada a las mentiras electorales, al ocultar la subida fiscal, no se combate con las cifras del paro.
Rajoy no quiso entrar en política ante el desafío independentista catalán ni ante las alarmantes encuestas que preludiaban la debacle andaluza. Resulta patético ver a Juan Manuel Moreno, exigiendo a Susana Díaz que se comprometa a dejar gobernar la lista más votada en los ayuntamientos, cuando esa propuesta estuvo sobre la mesa de Rajoy durante meses y no se atrevió a llevarla al Consejo de Ministros.
A los problemas anteriores se suma, en el caso del PP asturiano, dos características propias: las alianzas parlamentarias contra natura de Mercedes Fernández, pactando con el Gobierno socialista, y el vodevil del PP gijonés, con 19 meses de comisión gestora, un congreso anulado por el juez y el grupo municipal totalmente desligado del partido. Mal asunto.
De la debilidad del PP se va a aprovechar Ciudadanos. Tras los nueve escaños obtenidos en Andalucía, el partido de Albert Rivera está llamado a jugar un papel estelar en las elecciones de mayo. Dependen de ellos mismos, que es tanto como decir de su habilidad para no cometer errores. La tendencia de voto hacia los grupos nuevos es muy volátil, igual que llega se va. Cualquier apoyo de sus diputados andaluces a Susana Díaz tendría unos efectos deletéreos en las urnas asturianas. Si la gente vota lo nuevo no es para apuntalar lo viejo.
SUCURSALISMO
Pieza fundamental en el espacio del centro-derecha es Foro. Pese al shock emocional sufrido por los votantes tras el imprevisto cambio de liderazgo, Cristina Coto, como nueva lideresa, tiene un papel que jugar. El bipartidismo, caballo de batalla de las elecciones de 2011, ha dado paso al sucursalismo, como elemento central del discurso ante las urnas de 2015.
El sucursalismo, como gran argumento electoral, lo puso de largo el PAS de Xuan Xosé Sánchez Vicente, y le valió para obtener un escaño en los comicios de 1991 y de 1995. El PAS utilizaba el sucursalismo para descalificar al resto de partidos, pero los asturianos no fueron muy receptivos. Una oratoria muy sentida, mostrando los agravios hacia nuestra tierra, que pronto los colocó fuera del Parlamento.
La estrategia regionalista, con el sucursalismo por bandera, triunfa en aquellos territorios donde las elites sociales chocan con Madrid. No es el caso de Asturias. Del conflicto social surge el discurso político, no al revés.
La lectura de los resultados de Andalucía debería hacer reflexionar a Cristina Coto. Entre PSOE, Podemos e IU acapararon el 61,4% de los escaños, por el 38,6% del centro-derecha. Al elector del centro-derecha asturiano le preocupa mucho más el tsunami de la izquierda, y lo que lleva aparejado en nuevos impuestos y Administración elefantiásica, que el sucursalismo de la clase política. Puede que Cristina Coto no quiera hablar en términos de izquierda y derecha para intentar pescar en todas las aguas, un ejercicio que se revelará tan artificial como inútil.
LA IZQUIERDA
Podemos es el partido que despierta más expectación, aunque entre los tratos de Juan Carlos Monedero con Caracas y el resultado andaluz, no está en su momento más dulce. Podemos luchará por disputarle la hegemonía de la izquierda al PSOE. Su leitmotiv, “el rescate ciudadano”, es agradable a los oídos de su electorado y puede convertirse en un plan de choque social de 100 millones de euros. Al igual que Ciudadanos, Podemos tiene un voto muy volátil; cualquier entente, por activa o por pasiva, con Susana Díaz la vivirán los indignados como una estafa.
El PSOE se beneficia del triunfo de Susana Díaz y del descalabro del PP. En Andalucía la candidata se envolvió de la bandera verdiblanca y Javier Fernández no va a hacer lo mismo con la bandera asturiana. Susana Díaz abrazó, besó y sonrío a cientos de miles de andaluces, todo un exceso de emotividad que no se va a permitir nuestro presidente.
A Javier Fernández le gustan los datos, y con ellos va a ser examinado: la comunidad autónoma que menos creció en los tres últimos años, en los que estuvo él al frente de los destinos de Asturias. El crecimiento espectacular de la deuda, a un ritmo de un millón de euros al día, y como remate, este año desbordó el techo de déficit público marcado por el Ministerio de Hacienda. ¿En qué estado quedará Asturias si es gobernada en los próximos cuatro años del mismo modo que en los tres últimos? Con un Gobierno que actúa en interés de su propia Administración y no da respuesta ni a un solo de los problemas de los ciudadanos.
Las esperanzas de los socialistas de continuar en el poder se cifran en los errores de los demás (ya reseñados) y en las sacas de votos de la emigración que adulteran el sentido genuino de las elecciones. Deben votar los que viven y pagan impuestos en Asturias, no los cubanos, mexicanos y argentinos que nacieron, viven y morirán en su tierra, pero en su árbol genealógico tienen un abuelo asturiano.
A IU y UPyD sólo queda desearles espíritu resistente ante la llegada de los sustitutos.