El próximo martes, día 30, se inicia un debate de investidura en el Principado que amenaza con rozar el esperpento, con tres diputados optando a la Presidencia del Gobierno regional respaldados exclusivamente por los miembros de sus propios grupos parlamentarios. Lo nunca visto.
La Junta General del Principado tiene en la décima legislatura unas cotas de pluralidad jamás alcanzadas. Seis partidos se reparten los cuarenta y cinco diputados. Desde que las encuestas empezaron a señalar que Podemos y Ciudadanos se convertirían en partidos parlamentarios, todos los líderes políticos declararon que sería el mandato del diálogo y la negociación. Recuerdo una frase de Gaspar Llamazares: lo que va estar en juego es la gestión de la pluralidad.
Pues bien, celebradas las elecciones y transcurrido un plazo de treinta y cinco días, el resultado es exactamente el opuesto: apenas hubo diálogo, no hubo ni un gramo de negociación y la sesión de investidura va a limitarse a reflejar el resultado de las urnas del 24 de mayo: Javier Fernández, 14 votos, Mercedes Fernández, 11 votos y Emilio León, 9. A tenor de estos previsibles resultados, con unos apoyos tan exiguos, debería quedar vacío el sillón presidencial, obligando a los aspirantes a dejar las poses a un lado y abrir la negociación con el resto de grupos políticos.
REGLAMENTO MORDAZA
En realidad, la puesta en escena de este esperpento descansa en un modelo de regulación de la sesión de investidura único en las democracias europeas, al no permitir a los diputados votar en contra de los aspirantes a presidente. En el pleno parlamentario más importante de la legislatura, un demencial reglamento mordaza impide a los diputados votar “no” a candidatos que consideran enteramente censurables.
Como es imposible defender lo indefendible, algún interesado abogado de la vigente norma asturiana, se acogió a la vía de los hechos poniendo el ejemplo del País Vasco, donde la investidura del lehendakari no admite votos en contra. Es cierto, todavía vimos hace tres años cómo Íñigo Urkullu salía elegido presidente con los exclusivos votos del PNV, mientras el resto de diputados (PSE, PP y UPyD) se abstenía, con la excepción de los miembros de Bildu que votaron a favor de su diputada, Laura Mintegi.
El ejemplo del País Vasco choca con las pautas seguidas por todos los parlamentos, en la España autonómica y en los estados de la Unión Europea. En el País Vasco no se habla de elección del lehendakari, sino de “designación”, lo que es ya de por sí muy revelador. El enorme peso de ETA en los años que se configuraron las instituciones democráticas vascas explica –que no justifica-, una regulación tan escasamente respetuosa con la libertad de voto de todo diputado.
En Asturias, las fuerzas del “establishment” se resisten a reformar el modelo de sesión de investidura, con lo que dan por buena la ficción de lograr que un candidato se convierta en presidente con una mayoría de diputados en contra. Esta semana, si se cumplen las previsiones, Javier Fernández saldrá elegido presidente con más de dos tercios de los escaños de la Junta General del Principado hostiles a su programa de gobierno, aunque el reglamento sólo les deja mostrar el rechazo a través de la respuesta ambigua de la abstención. Una farsa.
El reglamento que regula la investidura es una vergüenza que nadie quiere derogar. Ni los llamados partidos de gobierno, ni los supuestamente críticos que prefieren comer de la Mesa de la Junta que reformar un sistema que se compadece mal con los principios de las democracias parlamentarias.
La primera consecuencia de tan singular método es que sólo en Asturias la mayoría de investidura no implica una mayoría de gobierno. Una cosa es la investidura y otra la gobernabilidad. La investidura es pura ceremonia, luego llegará el tiempo de la política.
LA TRIPLETA
Al día siguiente de las elecciones, Javier Fernández se declaró partidario de la vía de los acuerdos puntuales descartando las alianzas estables. Desde entonces se limitó a realizar una ronda de contactos con los portavoces y punto. Mercedes Fernández presentó su candidatura a la Presidencia del Principado y no hizo gestiones para recabar apoyos. Cherines colma sus aspiraciones pudiendo presentarse como lideresa del centro-derecha, el resto le interesa muy poco. El tercer candidato, Emilio León, hizo esfuerzos por estrechar lazos con IU, pero para Llamazares cualquier entente con Podemos significa una amenaza para la autonomía de su fuerza política. Podemos e IU mantienen objetivos estratégicos opuestos: Podemos quiere un polo de izquierdas fuerte para doblegar el PSOE, mientras que IU pretende unir a la triple izquierda, como si la derecha fuera una opción real de gobierno.
Seis grupos sin acuerdo en una sesión de investidura con tripleta de candidatos. De récord ¿Es tan difícil el diálogo en las instituciones autonómicas? ¿Están tan reñidas las formaciones políticas que no pueden negociar ni el más mínimo acuerdo?
En el pasado mandato, Javier Fernández gobernó en alianza con IU y UPyD, y lo hizo, posteriormente, con el PP. La diferencia está que en la anterior legislatura había un empate a 22 escaños entre izquierda y derecha, que UPyD deshizo a favor del PSOE. Ahora el 62% de los escaños son de izquierdas y el reglamento propicia el tongo.