Tal día como hoy tocaba cita en las campas de Rodiezmo para oír el discurso tronante del secretario general del Soma, las palabras mesuradas de Javier Fernández y las críticas de Pedro Sánchez al Gobierno de Rajoy. Pañuelos al cuello, puños en alto y las gargantas atacando la Internacional. Nada de eso ocurrirá hoy. En el año 2013 se suspendió la fiesta-mitin del Soma con el argumento de la crisis económica. Mejoró la economía pero las campas siguen vacías, porque la realidad de la suspensión era otra bien distinta.
Al margen de las cuitas en torno al relevo de José Ángel Fernández Villa, el Sindicato Minero acusaba el ataque frontal del Gobierno de Rajoy. En el primer Consejo de Ministros del nuevo Ejecutivo del PP quedaron anulados los convenios de los fondos mineros: 213 millones de euros perdidos. En su primer discurso Rajoy había dicho al pueblo español y a los poderes europeos que la gran prioridad del Gobierno era la reducción del déficit público. Nada mejor que escoger un tigre de papel para hacer una impostada demostración de fuerzas: caída en picado a las ayudas al carbón, apuesta por las explotaciones a cielo abierto (bien para Aragón, mal para Asturias), clausura del programa de fondos mineros y fin del paraíso de las prejubilaciones. Todo sobre la mesa de una tacada.
DERROTA
A finales de mayo de 2012 se inició una larga huelga general en la minería del carbón que se saldó con una estruendosa derrota sindical. Rajoy sabía que luchaba contra un ejército diezmado por las prejubilaciones, así que la victoria estaba asegurada. Una imitación caricaturizada del pulso echado por Margaret Thatcher a los sindicatos ingleses del carbón, entre el 3 marzo de 1984 y el 5 marzo de 1985. La Comisión Europea tomaba nota que Rajoy iba en serio. En realidad, fue el único sector donde el presidente del Gobierno hizo un ejercicio de autoridad, siguiendo la norma de conducta que dicta ser fuerte con el débil y débil con el fuerte.
Tras la batalla, la minería del carbón ha quedado prácticamente en nada. Nunca hubo menos empresas mineras, ni hubo menos mineros en los tajos; nunca se extrajo menos carbón y nunca se importó más carbón. En el año 2013 se sacaron de las minas españolas algo más de cuatro millones de toneladas y se compró el triple de mineral en el extranjero. Hunosa el pasado año sólo produjo 400.000 toneladas de carbón. En 2014, toda la minería española apenas vendió tres millones de toneladas de carbón al sector eléctrico.
Tan significativo o más que los números son los planes de futuro. Hunosa ha renunciado a ser una empresa minera (no se puede dedicar a la minería una empresa que no va a contratar a mineros). En el plan de empresa, 2014-2018, prejubila a la mitad de la plantilla, cierra tres pozos y prevé dedicarse a la recuperación medioambiental (primero destruye, luego repone), plantando árboles etcétera. Agotadas las ubres del Estado captará fondos europeos para proyectos sobre fuentes de energía, como la biomasa, la geotermia.
Al golpe de Rajoy hay que sumar la descomposición sindical, con la caída de Villa del pedestal, las cuentas de Postigo y la aventura del macrogeriátrico de Felechosa. El hundimiento de la minería corrió en paralelo al descrédito sindical. La investigación sobre los patrimonios de Villa y Postigo, y sobre las desviaciones contables en la construcción del macrogeriátrico de Felechosa, no han terminado. Hay una gran expectación levantada, pero como todo aquello que está en manos de jueces y fiscales el resultado final es una incógnita. En los asuntos judiciales las anécdotas pesan tanto como las categorías.
CORREA DE TRANSMISIÓN
Sin embargo, las valoraciones políticas ya se pueden hacer. El sindicalismo más político, el que tenía permanentes tensiones con los gobiernos socialistas del Principado, hasta el punto de llegar a acuerdos con el Gobierno de Aznar en contra del Ejecutivo de Areces, ha dejado de existir. Es un mero recuerdo que ha quedado sustituido por un sindicalismo dócil, muy ligado al poder socialista en la región.
Para mí, el mejor ejemplo es lo que ocurrió el 8 de octubre de 2014, cuando la noticia sobre la fortuna de Villa, regularizada a la sombra de la amnistía fiscal de Montoro, obligó a dar una respuesta al socialismo asturiano. Aquella mañana Javier Fernández interrumpió el Consejo de Gobierno para dar una rueda de prensa en la sede de la FSA, donde mostró su “decepción” y dijo que “ni el sindicato ni la FSA ni los asturianos nos merecíamos esto”; a continuación lo expulsó del partido. Más tarde, compareció José Luis Alperi -el sucesor de Villa al frente del Soma- para mostrar su “decepción” y expulsarlo del sindicato. Un plan milimétricamente trazado, donde queda claro que el poder reside ya en el partido y el sindicato es una mera correa de transmisión. Lo que nunca había sido el Soma.
A la luz de este análisis se entiende mejor la simbiosis entre el Principado socialista y las centrales sindicales. Una asociación destinada a procurar beneficios mutuos.
Cuando la actividad minera tenía un peso en la economía regional y nacional, el sindicalismo de Rodiezmo servía para captar fondos y dar identidad a una región que buscaba argumentos para no quedar relegada en el reparto de recursos entre las comunidades autónomas.