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Juan Neira

LARGO DE CAFE

TRIUNFO DE LA SOCIEDAD PLURAL

Como la campaña electoral quedó centrada en la independencia, el dato más llamativo de la jornada es el porcentaje de catalanes que votaron a candidaturas secesionistas y los que optaron por otros partidos. El resultado final es inapelable, más de 100.000 ciudadanos votaron a partidos que no propugnaban la independencia. Después del lavado de cerebro de la televisión autonómica, de la presión del Gobierno de la Generalitat sobre la sociedad, de la inhibición del Gobierno de Madrid pasando al Tribunal Constitucional el encargo de parar “el proceso”, resulta que sólo el 47,5% de los votantes apoyaron la independencia.
El palo para Artur Mas es muy gordo, aunque probablemente tarde algunos días en manifestarse, porque después de los comicios hay tanto ruido como en la campaña, y los portavoces de la candidatura de Convergencia y ERC (Juntos Por el Sí) repetirán como loros, con rostros sonrientes, que ganaron las elecciones. Un truco muy burdo, porque la suma de esos dos partidos ganó todas las elecciones autonómicas en Cataluña, pero los ciudadanos les otorgaron nueve escaños menos que en los anteriores comicios de 2012.
Hecho decisivo en el resultado final fue la alta participación electoral, con casi el 77% de asistencia a las urnas. Pese al ambiente adverso que envolvía la consulta, mucha gente de perfil abstencionista hizo una excepción y ayudó a visualizar una Cataluña real en oposición a la Cataluña oficialista representada en la manifestación de la Diada. Sólo dieciséis días de diferencia entre las dos jornadas y parece que estamos hablando de dos territorios diferentes.
La fuerte movilización del nacionalismo hizo que ganaran el debate y la consulta fuera vista y analizada como un plebiscito, pero realizado el recuento perdieron el resultado del mismo. Con sólo el 47,5% de catalanes a favor de la independencia, un hipotético gobierno minoritario de Ciu y ERC carece de base para caminar a la formación de un estado independiente. La digestión de los resultados electorales va a ser muy pesada para los grupos nacionalistas que nunca creyeron en la pluralidad de la sociedad catalana.
GANADORES Y PERDEDORES
Si hacemos un repaso por partidos, el gran ganador de los comicios es Ciudadanos, que aún sin contar en la candidatura con su líder, Albert Rivera, ha pasado en tres años de nueve escaños a veinticinco. Recoge el fruto de haber plantado cara como nadie a los abusos del Gobierno de CiU. La ganancia de escaños se hace a costa del PP, principalmente, y también de los socialistas.
El segundo partido que obtuvo mejores resultados fue la CUP, que saltó de tres diputados a diez. CUP es un grupo radical de izquierdas, que defiende la independencia aunque no quiere ver a Artur Mas de presidente. Los dirigentes de la CUP tuvieron el buen juicio de manifestar antes de las elecciones que una derrota en votos de los independentistas, aunque ganaran en escaños, les invalidaba para dar pasos hacia la segregación.
El resto de candidaturas han perdido, en mayor o menor medida, pero han quedado por debajo de las expectativas. El mayor golpe es para el PP, que se ha dejado ocho escaños. Hay que retroceder hasta 1992 para encontrar un peor resultado del PP en Cataluña. Presentó un mal candidato, hizo una mala campaña, y Rajoy se equivocó en un asunto crucial en una entrevista radiofónica.
En unas elecciones tan calientes, Mariano Rajoy consideró que tenía que mantener la política del perfil bajo con la que abordó el problema de Cataluña a lo largo de todo su mandato como presidente. Los catalanes que se sienten españoles y se identifican con los valores del centro-derecha prefirieron votar a Ciudadanos. El resultado del PP es una pésima noticia para Rajoy con las elecciones generales a la vuelta de la esquina. El error en Cataluña puede costarle el abandono de la Moncloa. Ni aceptó hablar con los catalanistas en 2012 ni recibió el voto de los catalanes en 2015. No se puede hacer política de Estado en España sin tener una política para Cataluña. Por encima de cualquier otra consideración, hay que dar la cara para defender a los españoles, no vale ocultarse tras la toga de los jueces.
El Partido Socialista obtuvo el peor resultado en Cataluña de toda la etapa autonómica. Perdió el 20% de los escaños con respecto a 2012, que había sido, a su vez, el peor resultado hasta entonces de toda la serie histórica del socialismo catalán. En resumen, van de mal en peor. De los cuarenta y dos diputados que tenían con Maragall pasaron a dieciséis. La pérdida de identidad, las escisiones y el cambio sucesivo de líderes les ha llevado al desastre. Tienen como consuelo que su eterno rival, el PP, todavía está mucho peor.
Podemos ha pinchado. Con diez diputados en Cataluña quedan muy debilitadas sus opciones en las elecciones generales. Se empeñaron en hablar de servicios públicos, de ricos y de pobres, sin tomar partido entre los dos bandos. No eran elecciones para nadar entre dos aguas y ellos lo intentaron. El resultado de diez escaños es francamente malo.
Tres años de Gobierno de Convergencia representando sólo los intereses de una parte de la sociedad han dividido Cataluña. Si queda algo de “seny”, tras las elecciones, el nuevo Ejecutivo trabajaría por soldar la fractura. No va a ser fácil. Ahora bien, cualquier futura discusión de los constitucionalistas con los nacionalistas debe empezar por recordarles que la mayoría de los catalanes no eligió las papeletas de la independencia.

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por JUAN NEIRA

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