Conocidos los resultados, los partidos inician la batalla postelectoral para desarrollar sus planes en la nueva legislatura. La táctica de obligado cumplimiento consiste en reafirmarse en las posturas mantenidas durante la campaña de captación del voto, con independencia de los resultados cosechados. Rajoy se ha declarado abierto al diálogo siempre que no se discuta la soberanía nacional, la unidad de España y la igualdad de los españoles. Para el presidente del Gobierno los independentistas no contaban con el apoyo de las leyes y en la noche electoral descubrieron que tampoco tenían el respaldo de los catalanes. Los portavoces de la coalición de Convergencia y Esquerra (Juntos Por El Sí), ganadora de lo comicios, se mostraron dispuestos a seguir con la agenda del proceso hacia la independencia, ya que, según ellos, salieron reforzados en escaños y votos. Las espadas siguen en alto.
Rajoy habló con la mirada puesta en las elecciones generales. Le interesa enfriar el debate catalán para que toda España vuelva a hablar de la recuperación económica y de esta manera optimizar sus expectativas ante los comicios de diciembre. Le perjudica entablar cualquier tipo de negociación con los nacionalistas en este periodo entre elecciones, porque no va a lograr una solución exitosa, cuando no pudo avanzar un centímetro en tres años. Los problemas de Juntos Por El Sí son más perentorios, porque pese a ser el indiscutible ganador de las elecciones, no va a poder investir como presidente a Artur Mas. Necesita el voto de la CUP, la otra candidatura independentista, pero los representantes de la misma se niegan a apoyar a Mas. Al líder de Convergencia le queda el recurso de esperar al recuento del voto de la emigración (¿les recuerda algo?) para ver si puede ganar otro escaño, lo que le permitiría salir elegido con los exclusivos votos de Convergencia y Esquerra.
Como la sesión de investidura está prevista para el 9 de noviembre (fecha de aquella frustrada consulta sobre el derecho a decidir), quedan cuarenta días de tensión y desgaste sobre el camino a tomar. Es muy difícil que Artur Mas vuelva a ser presidente y eso va a abrir grietas entre los nacionalistas. No hay que descartar declaraciones retóricas de independencia en cuanto se forme el Parlamento; Rajoy se verá obligado a contestar, aunque tenga que interrumpir, muy a su pesar, su optimista discurso sobre la evolución de la economía.