Decenas de miles de personas se manifestaron ayer en Madrid en protesta por la falta de atención del Gobierno, la demanda de inversiones para sus territorios y la creación de puestos de trabajo. La España vacía. La España rural, diríamos antes: Galicia, Castilla-León, Aragón, La Rioja, Extremadura, Castilla-La Mancha, parte de Andalucía…Una realidad que se hizo presente desde el éxodo de los españoles a Europa, con el Plan de Estabilización, al final de los años cincuenta del pasado siglo. El campo se empezó a despoblar y a empobrecerse. Comenzó a haber más oportunidades de labrarse un futuro en los barrios de la periferia de las ciudades que en el campo; en consecuencia, las urbes crecieron y el campo se quedó sin gente. Poco a poco se crearon dos Españas, una en la que había empleo, comodidades y consumo, mientras que la otra tuvo que apelar al paisaje y al medio ambiente como lenitivo para la soledad y la pobreza.
En Asturias hay 755 pueblos sin gente, 303 con un solo habitante y 3.129 con menos de once. Un registro espectacular. Aun así, entre los urbanitas asturianos todavía no hay percepción de la gravedad del problema. En Oviedo, Gijón, Avilés, Mieres o Langreo se pierde población, en el campo se mueren los pueblos. Un territorio sin vida se gangrena, con peligro de extenderse por toda la región.
El Principado hizo un plan demográfico y quedó a la cola de espera en el Parlamento. Todo un síntoma de la concienciación de la clase política con el problema. El plan demográfico no servía para mucho (más bien para casi nada), pero por lo menos era un buen motivo para que se discutiera del declive demográfico y de la desertización de las alas de la región en la Junta General del Principado. La población es el principal recurso de un territorio. Ninguna nación rica sufre declive poblacional. En Asturias aumentan los lobos y los jabalíes y decrecen los paisanos. Y todavía se permiten hablar en plan dogmático de especies protegidas. En Teruel o en Soria hay un mayor problema demográfico que en nuestra región, pero por lo menos allí tienen conciencia del mismo y alzan la voz: ‘Soria, ya’, ‘Teruel existe’. A veces pienso que a nosotros nos ocurre como a las familias hidalgas venidas a menos que sufren las renuncias del presente con la mente puesta en la abundancia del pasado. Así jamás detendremos la decadencia. La España rural ha entrado en la agenda política con una etiqueta identitaria, ‘la España vacía’. A ver si los asturianos nos subimos a ese tren.