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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LAS DOS AMENAZAS

En las campañas electorales siempre tuvieron más protagonismo las críticas que las propuestas. La actual no es una excepción. Los partidos de la derecha acusan a Pedro Sánchez de negociar por debajo de la mesa con los independentistas, dispuesto a llegar a cualquier pacto que le permita mantenerse en la Moncloa; le preguntan a diario si indultará a los líderes catalanistas en el caso de que sean condenados a penas de cárcel por el Tribunal Supremo. El presidente tuvo que recurrir al «no es no» para rechazar cualquier cambio que afecte a la Constitución como resultado de negociaciones con otros partidos. Dicho con otras palabras: no admitiría referéndum de autodeterminación ni aceptaría rupturas con el actual ordenamiento jurídico. Sobre hipotéticos indultos guarda silencio. Por su parte la izquierda critica a la derecha por preparar un gigantesco salto regresivo en materia de derechos sociales, libertades y derechos laborales. Las pensiones, el salario mínimo, las subvenciones a los parados de larga duración, los copagos farmacéuticos seguirían un curso distinto si gobernara la derecha.

Las dos amenazas, de izquierda y derecha, buscan sensibilizar al votante para que acuda a las urnas tratando de detenerlas. Si los partidos utilizan esas estrategias es porque tienen datos sobre la eficacia de los mensajes. El ciudadano medio se muestra refractario a las noticias que provengan del Banco Central Europeo o al cambio de modelo de financiación autonómica, pero es muy receptivo con las medidas que le afecten de una forma directa: pensiones, subsidios o pagos. También le influyen los mensajes de alto contenido emocional, como la ruptura de la unidad territorial. Dos o tres mensajes sencillos, susceptibles de sintetizar en unas pocas palabras, constituyen el núcleo de reflexión para una mayoría de electores.

Como ocurre con todos los simplismos, los mensajes tienen truco. Para empezar, en el debate se está hurtando un dato que marca la coyuntura económica: la desaceleración del crecimiento económico. Todo el gasto público que se promete depende de los avatares que experimente el PIB. Si la economía languidece el gasto público decrece. Por otro lado, el daño que puedan causar los independentistas se esfuma si hay una entente entre los constitucionalistas sobre esa cuestión. Pueden discrepar sobre todo, exceptuando las operaciones de derribo del Estado. Despejemos los fantasmas y valoremos realidades tangibles.

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por JUAN NEIRA

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