La campaña languidecía hasta que en la Moncloa se hicieron un lío con los debates mostrando su capacidad de manipulación. Para salir de la trampa que ellos mismos habían fabricado optaron por un remedio que es peor que la enfermedad.
Los datos demoscópicos muestran al PSOE como partido ganador, razón suficiente para que el presidente y su entorno se pusieran en modo conservador para convertir la competición electoral en una carrera controlada. Los debates televisados son eventos de alto riesgo, así que para el candidato ‘ganador’ el mejor debate es el que no se celebra.
Desde el duelo entre Felipe González y José María Aznar (1993), el pulso entre el presidente y el líder de la oposición es el que suscita más pasión en el público. El aparato socialista recurrió al pretexto fútil de decir que no se podía hablar de un líder opositor, por antonomasia, para esquivar un cara a cara decisivo con Casado.
Televisión
La irrupción de Vox en el Parlamento, tal como anticipan las encuestas, permitió a Sánchez visualizar un debate grupal sin salir de la zona confort, limitándose a descalificar a las tres derechas (Casado, Rivera y Abascal), cual monstruo capaz de liquidar el Estado del Bienestar y provocar un enfrentamiento civil en Cataluña.
Y puso manos a la obra, diciendo que quería un debate con todos los partidos que tuvieran una intención de voto superior al 10%. Hablar de un porcentaje concreto como umbral obligado para participar en un debate no deja de ser original. Por si alguien no lo entendió, digamos que las encuestas otorgan a Vox una cuota de votos alrededor del 12%.
Estaba Atresmedia publicitando el debate cuando a la Junta Electoral Central se le ocurrió hacer de aguafiestas prohibiendo la participación de Abascal. Sánchez se quedó sin su baza favorita: el monstruo de tres cabezas de la derecha. Reunión de urgencia en la Moncloa para dar paso al ‘plan b’: debate entre los cuatro candidatos, pero en RTVE.
El formato que vimos en la televisión pública en esta campaña es horroroso, con una bolsa de minutos para cada candidato que debe administrar a lo largo de sus intervenciones. En ausencia de Abascal, optaron por el mal menor.
Los otros tres dirigentes mantuvieron su fidelidad a la alternativa de un debate en un medio privado y el equipo de Sánchez mostró su gen manipulador trasladando la fecha del debate de la pública para hacerlo coincidir con la privada.
Cada vez que Rosa María Mateo hable de una televisión independiente habrá que dar paso al vídeo de este episodio.
El tiro les salió por la culata, ya que Casado, Iglesias y Rivera se mantuvieron firmes y el presidente no tuvo otro remedio que aceptar un doble debate. ¿No querías caldo? Pues toma dos tazas.
Estrategia
Del embrollo hay que destacar dos conclusiones. La primera es la capacidad sobresaliente de Sánchez para recurrir a todo lo que tenga a mano para mejorar su imagen. No es un presidente convencional.
Todo lo que hace y dice está en función del impacto que provoque en la opinión pública. Con ese norte desarrolló la acción del gobierno hasta en sus más mínimos detalles. Desde la acción humanitaria con los inmigrantes del buque ‘Aquarius’ hasta los decretos ley de los viernes sociales.
El resultado es impresionante: cuando llegó a la Moncloa, el PSOE estaba en tercer o cuarto lugar en los sondeos de intención de voto, y ahora le lleva más de diez puntos al segundo que es el PP.
En el campo de la izquierda, el PSOE veía amenazada su hegemonía por Unidas Podemos (solo separados por medio millón de votos), y ahora las encuestas dicen que le triplicará en escaños. La operación de imagen está a punto de darle sustanciales plusvalías electorales.
¿Cuál es la imagen que da tantos réditos electorales? Comparecer ante la opinión pública como líder progresista incorruptible, resuelto a demostrar que gobernar significa, por encima de cualquier otra consideración, la ampliación de los beneficios sociales. Un líder que tiende la mano a todos para convivir en paz dentro de un Estado diverso.
Según el momento se podrá hablar de Estado plurinacional, de nación de naciones, etcétera. El ‘timing’ lo marca Iceta. Los problemas graves, como la inmensa deuda pública o la sostenibilidad de las pensiones deben quedar ocultos. Mejor no nombrarlos.
Vox
Con esa potente estrategia de imagen, exhibiendo cualidades y ocultando problemas, ha dado un vuelco Sánchez al tablero electoral. Ahora bien, todo ese trabajo no daría el fruto deseado sin el protagonismo de Vox. El partido de Abascal es el actor obligado para que la gente vea necesario votar a Sánchez. Esa es la segunda conclusión.
Solo el fantasma de una derecha supuestamente cavernícola que nos quiere retrotraer a tiempos preconstitucionales permite movilizar a millones de votantes hacia Pedro Sánchez.
El relato socialista, basado en una operación de marketing desde el Gobierno, tiene en el fantasma de la derecha iracunda el complemento oportuno para reactivar el histórico, «no pasarán».
Sin un presidente ambiguo y pactista con el nacionalismo catalán, tampoco habría tanto fervor hacia Vox. Con una semana de anticipación ya podemos anunciar desde estas líneas que los dos ganadores de la noche electoral serán Pedro Sánchez y Santiago Abascal.