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Juan Neira

LARGO DE CAFE

MEDITACIÓN ELECTORAL

¿Sirvieron para algo las elecciones generales? Recordemos que la llamada a las urnas la realizó Pedro Sánchez ante la imposibilidad de aprobar los Presupuestos Generales del Estado en el Congreso de los Diputados, y tras constatar que las relaciones con algunos grupos (independentistas) que le acompañaron en la moción de censura se había deteriorado con el paso del tiempo.

De las urnas ha salido una situación distinta. Para empezar, las elecciones las ganó Pedro Sánchez, con lo que se quita de encima el estigma de gobernar a través de alambicadas alianzas tras perder en las urnas (el reiterado ‘okupa’ de la Moncloa). Para la legislatura en ciernes, el partido mayoritario en las dos cámaras parlamentarias es el PSOE, con una gran ventaja sobre los demás. La suma de escaños del segundo y tercer partido (PP y Ciudadanos) solo alcanza a igualar el número de diputados del grupo socialista (123).

Las tres derechas quedan a dieciocho escaños de las dos izquierdas; antes de las elecciones ocurría lo contrario, la derecha aventajaba a la izquierda en catorce diputados. El paso por las urnas ha dado una mayor estabilidad a las instituciones. Con el actual reparto de escaños solo puede ser investido presidente Pedro Sánchez. Para todo esto ha servido anticipar un año la convocatoria electoral.

No obstante, no estamos ante una situación consolidada como ocurre cuando un partido gana por mayoría absoluta. Ni siquiera hay una mayoría parlamentaria natural, como la que se hubiera producido en el caso de que las dos izquierdas (PSOE y Unidas Podemos) sumaran 176 escaños.

Socios

El trabajo inicial de Pedro Sánchez consistirá en reforzar la posición parlamentaria negociando con el resto de grupos para sumar voluntades. Hasta la celebración de las elecciones autonómicas no habrá avances significativos porque cualquier concesión puede acarrear pérdida de votos. Hay un holgado margen de tiempo, por eso no vamos a exprimir ahora el limón de los pactos, aunque sí se puede dibujar el panorama general.

Más allá de las conversaciones con Pablo Casado y Albert Rivera, que habrá que darlas por buenas si hacen de ungüento sobre las magulladuras dejadas por la campaña electoral, la investidura de Sánchez pasa por renovar los acuerdos de la moción de censura.

En primer lugar con Unidas Podemos, su socio preferente, que está dispuesto a aportar escaños si le reservan sillones en el Consejo de Ministros. Será un largo tira y afloja, pero Pablo Iglesias apenas tiene margen para ceder, porque necesita mostrar algún triunfo ante su gente tras el batacazo electoral.

En el resto de grupos, exceptuando puntuales escaños de los regionalistas, la parte sustancial está conformada por los partidos nacionalistas, diez escaños vascos (6 del PNV y 4 de Bildu) y veintidós de independentistas catalanes (15 de ERC y 7 de JxCat).

Ante la sesión de investidura, puede jugar Sánchez la opción de salir elegido por mayoría simple en segunda votación, y eso lo lograría con la abstención de uno de los dos grupos independentistas, dado que el apoyo del PNV está prácticamente asegurado.

Ahora bien, las cosas cambian si pasamos de hacer consideraciones sobre la votación de investidura al conjunto de las decisiones parlamentarias. A fin de cuentas, Sánchez obtuvo el apoyo para la moción de censura, que en su caso sirvió de investidura, pero luego se torcieron las relaciones con los aliados.

Dado el fuerte antagonismo entre izquierda y derecha, la estabilidad de la legislatura pasa por las relaciones con los nacionalistas y las comunidades gobernadas por ellos. Este asunto requiere de una sosegada reflexión, ya que no solo depende la suerte de la legislatura de encontrar un punto de encuentro, sino también el consenso social que suscite el sistema político.

Dos errores

Evitemos dos errores. No se puede mirar para otro lado ante el curso seguido en los últimos cuarenta años en Cataluña y el País Vasco. El Estado se ha ido replegando en ambos territorios y la sociedad ha quedado sometida al nuevo proyecto político identitario enfrentado a la Constitución. Segundo, otro error consiste en creer que una pena de 25 años de cárcel para Junqueras es la mejor solución. Se pueden poner otros muchos ejemplos.

Si entre PP, Ciudadanos y Vox no tienen ni un diputado en el País Vasco es por algo. Aun a riesgo de que parezca mentira voy a reproducir el resultado de las elecciones municipales de 1995 en San Sebastián: partido ganador de los comicios, el PP, con el 24,3% de los votos, seguido del Partido Socialista, 23,3% de sufragios; en tercer lugar, Eusko Alkartasuna, 17,5%; Herri Batasuna, 14,6%; PNV, 12,1%; IU, 5,3%. En pleno terror de ETA, los partidos constitucionalistas ganaban los comicios en la capital con más manchas de sangre.

Estamos en tiempos de paz y la sociedad aprueba la descentralización, aunque protesta de excesos y privilegios. Si PSOE, PP y Ciudadanos solo saben abordar los graves problemas territoriales con entreguismo o enfrentamiento, que encarguen a un matemático que les diseñe un algoritmo.

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por JUAN NEIRA

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