Entrevista de hora y media en la Moncloa entre Pedro Sánchez y Pablo Casado. Siempre es bueno que los dos principales líderes políticos del país se reúnan, máxime cuando hacía más de nueve meses que no mantenían una conversación formal. Al parecer el encuentro fue satisfactorio y tienen la intención de mantener un contacto más fluido en el futuro. Si se trataba de crear un clima de mayor concordia para la nueva legislatura, el paso dado por Sánchez y Casado tiene sentido, pero uno pensaba que el presidente en funciones estaba volcado en negociar los pactos para la sesión de investidura y en ese asunto Casado no tiene nada que aportar. Desde la noche electoral, el líder del PP está al borde del precipicio y necesita concentrar todas sus fuerzas en la tarea de mantener el equilibrio. Si le echa una mano a Sánchez, se va al abismo de cabeza. Ni el presidente pensó en la complicidad del PP para superar la sesión de investidura, ni Casado considera que la misión histórica de su partido sea facilitar el segundo mandato a su principal rival.
Tras la entrevista, el líder del PP ha pedido a los colegas de Ciudadanos que se abstengan para que el candidato socialista no dependa de los nacionalistas para ser investido presidente. Para que Rivera no sienta reticencia ante tan constructiva propuesta, Casado aseguró que «no le criticaría» si respaldara a Sánchez. Esta es, sin duda, una de las frases más divertidas pronunciadas por el joven líder del PP a lo largo de su carrera política. No se me ocurre mayor chollo para los populares que ver cómo Rivera traiciona sus promesas convirtiéndose en socio de la investidura de Sánchez. Es el argumento más potente que quepa imaginar para que los votantes del PP que se fueron con Ciudadanos, el pasado 28 de abril, retornen junto al partido de derechas de toda la vida. No morderá el anzuelo.
No se puede decir que Casado actúe con malicia porque no engaña a nadie. Se teme lo peor para los comicios del 26 de mayo, y se reúne un día con Feijóo y al otro con Sánchez. Fotos distendidas, optimistas, envueltas en palabras amables. El viejo truco de los boxeadores sonados que entran en clinch para evitar el intercambio de golpes. El PP necesita dotarse de una estrategia solvente que lo saque del hoyo y sus jefes se dedican a hacer relaciones públicas sin aportar nada sustancial. Sus gestos y palabras llevan implícito el mensaje: tengan paciencia que estamos dispuestos a hacer justo lo contrario de lo que hemos hecho. Y se quedan tan contentos.