Una jornada más con la región pendiente de los incendios, esperando que amaine el viento y la temperatura continúe bajando. Más de noventa focos de fuego mantienen en vilo a la población. El daño causado es enorme, pero, para poder hacer valoraciones, primero hay que poner a la gente a salvo y reducir, en lo posible, los estragos que causen las llamas en las viviendas y el patrimonio de las personas.
Los concejos del occidente, los más envejecidos, donde la despoblación es más acusada, es el lugar en el que el fuego ha alcanzado las mayores proporciones. Cerca de cuatrocientas personas evacuadas, durmiendo en polideportivos, como el de Luarca. Y todo por individuos desalmados que ven en el calor y el viento los cómplices necesarios para llevar a cabo sus deseos de destrucción.
Genera un profundo rechazo la gente que empezó a quemar el monte hace tres o cuatro días, pero aún asombra más los que lo hacen ahora, cuando el drama ha adquirido dimensiones superlativas. Cómo se puede nacer aquí, hacerse viejo en esta tierra, admirar a diario el paisaje que nos rodea y salir con gasolina a quemar lo que tiene vida.
Entre la una y las dos de la madrugada el monte Naranco empezó a arder por doce sitios. Se ve que formaban grupo. La Fiscalía abrió diligencias para conocer las medidas de prevención aplicadas por el Principado y la identidad de los incendiarios. Barbón vuelve a llamarlos terroristas. Si la etiqueta corresponde a las personas que causan terror, no cabe duda de que el presidente del Principado se ajusta a la definición.
Que se lo digan a la gente de Valdés, a ver si no sintieron terror al oír el crepitar de las ramas, al sentir el calor del fuego, al ver avanzar las llamas de forma cambiante. Toca hacer la pregunta de los clásicos, ‘¿Quid prodest?’ A quién beneficia el resultado del fuego. Tal como estaba la norma en 2003, tras un incendio, no se podía cambiar el uso del terreno en treinta años. El Gobierno de Rajoy modificó la ley con el voto favorable del PP y la abstención del PSOE.
Ahora cabe convertir un terreno quemado en suelo hábil para la construcción, aunque en la norma se habla de «carácter excepcional», de «razones imperiosas», de practicar «compensaciones». Pero se puede. También se benefician los que retiran la madera quemada por un coste seis veces inferior al precio al que la venden. Igualmente, los ganaderos, al arder el matorral obtienen nuevos pastos. Hay más potenciales beneficiarios, porque la destrucción concede oportunidades a las personas sin escrúpulos.