Visita de Feijóo a Gijón para apoyar a los candidatos a presidir el Principado y el Ayuntamiento de la villa. Sobre los comicios autonómicos dijo que «creo mucho en las remontadas y en Asturias es posible». Con sus palabras confirma lo que es un secreto a voces, que el PSOE va en las encuestas por delante del PP. No es una novedad. Si miramos hacia atrás hay que retroceder hasta la primavera de 2011 para ver a la derecha por delante del PSOE en la mayoría de los sondeos, aunque el partido que los lideraba era el Foro de Cascos. Si las encuestas mostraran un equilibrio entre los dos principales partidos Feijóo se acogería a la manida frase de «el cambio es posible». No hablaría de remontadas. Si el presidente del PP viera muy factible la victoria electoral hubiera dicho, «el cambio es probable». Todas estas conjeturas hay que pasarlas por el matiz de la idiosincrasia gallega de Feijóo, desbordante de escepticismo, que le impide hacer afirmaciones rotundas a favor de un candidato, sea del PP o del PSOE. Para un gallego del interior, cualquier hecho futuro se mueve entre el quizás y el posible.

El dirigente gallego dijo que «es posible ganar y gobernar». Por supuesto que lo es, pero salvo en caso de errores garrafales de los rivales o el advenimiento de sucesos extraordinarios, las victorias no caen del cielo, responden a una lógica. Quizás el aspecto central pasa por conectar con el electorado a través de un argumento de peso o una idea-fuerza que haga deseable el triunfo del partido que lo defiende. Dos ejemplos. Sánchez ganó las elecciones del 28 de abril de 2019 con el mensaje de evitar la llegada de la triple derecha (PP-Ciudados-Vox) al poder. La famosa foto de Colón. Cascos ganó en 2011, con el argumento de que el PSOE y el PP formaban dos caras de la misma moneda que trajo la decadencia a Asturias.

Feijóo alabó la decisión de Canga de abandonar Bruselas y venir a pelear por Asturias: «Ha dejado otros quehaceres profesionales más tranquilos, mejor retribuidos y con menores problemas». Es cierto, gana más y vive mejor un alto funcionario europeo que el presidente del Principado, no obstante, quisiera añadir algo, porque un argumento así no lo escuché cuando, en 1981, Rajoy aparcó su modus vivendi de registrador de la propiedad para ocupar un escaño en el Parlamento gallego. Quiero decir que cuando repetimos este tipo de razonamientos, olvidamos que para un asturiano es un honor tan grande ser presidente del Principado que cualquier otro cargo se queda pequeño.