Hace diez días, Núñez Feijóo improvisó un discurso en Gijón, acompañado de un grupo de seguidores, delante de las termas romanas. Ayer, Santiago Abascal, líder de la otra derecha, intervino en un mitin clásico en el Palacio de Congresos de Oviedo ante 1.500 simpatizantes. El Palacio de Congresos tiene 2.144 asientos, se estrenó hace doce años, y hay partidos políticos que todavía no organizaron un acto en él.
Abascal está de gira por España presentando a los candidatos electorales. En Oviedo le dio la alternativa a Carolina López, aspirante a la Presidencia del Principado, y a Sonsoles Peralta, cabeza de lista de Vox al Ayuntamiento carbayón. Como era de esperar, el presidente de Vox abordó la situación nacional.
Como hacen todos los políticos, Abascal quiere convencernos de que sus errores fueron aciertos. Explicó que la moción de censura sirvió para hacer ver que Vox no está muerto. Ni estaba ni está fenecido, pero tras la moción, Vox está más lejos de su competidor directo, el PP: ergo, fue un error presentarla. No entro en la astracanada que supuso elegir para candidato a presidente a un señor que lleva más de treinta años ajeno a la política y que en ningún momento dijo ante los diputados que iba a ser presidente ni hizo mención al gobierno que esperaba formar. Si el candidato no cree el papel que se le atribuye, qué van a pensar los ciudadanos.
El resto de cuestiones abordadas por Abascal forman parte del argumentario habitual de Vox: los impuestos ahogan a los trabajadores autónomos, la inmigración ilegal está subvencionada, el poder adquisitivo de los ciudadanos se encuentra por los suelos, los traidores a España están en el Gobierno y los golpistas se encuentran en la calle. Son los temas clásicos de Vox y en vísperas electorales le toca reiterarlos.
Insistió en las consecuencias negativas de la Agenda 2030, que «criminaliza nuestras fuentes de energía». Con la Agenda, «cada vez decidimos menos». Es un mensaje que impacta en un sector social que antes votaba en masa a la izquierda, como es el trabajador industrial o el minero, y hoy día no entiende cómo el progreso (la economía verde) recorta las plantillas. Esa contradicción, más las oleadas de inmigrantes, transformó a la derecha radical europea en partidos de gobierno. Bien, tras tomar nota del mitin, entremos en materia.
Vox se encuentra en una coyuntura complicada. No lo está, especialmente, por los errores cometidos, sino por la dinámica de la política española.
Veamos. Es bien conocido que España se encuentra políticamente polarizada en dos bloques. A estas alturas de la legislatura, la derecha social está muy preocupada con el discurso y las políticas de Pedro Sánchez y sus aliados. El indulto, o la remisión de penas, en que se ha convertido la ley del sólo sí es sí, la ofensiva contra Ferrovial o la presentación de la Ley de Vivienda a cargo de Bildu y ERC, como auténticos partidos de Estado, hace que el sector liberal-conservador viva las elecciones generales de diciembre como la última oportunidad de devolver la democracia a las coordenadas en que estaba situada en 2018.
Esa preocupación generalizada en la derecha tiene un efecto inmediato en el comportamiento electoral: reagrupación del voto. En el sector de la derecha, cotiza al alza el voto útil, como en los primeros comicios de 1977, cuando el miedo a Carrillo y a Pasionaria hizo que la derecha conservadora de Fraga se quedara en 16 diputados, mientras la centrista de Adolfo Suárez obtuviera 165.
No va a ser fácil para Abascal moverse en esta coyuntura, pero el remedio no llega haciendo la pinza con la izquierda contra Ayuso. Eso seguro. La situación es muy distinta a la de las dos elecciones generales que hubo en 2019, pero no voy a desarrollar esa cuestión, porque quiero referirme a Asturias.
¿Está la derecha asturiana, de cara a los comicios autonómicos del 28 de mayo, en la misma situación que la derecha española ante las elecciones generales? Hay dos factores diferenciales claros, dentro de una corriente general (nacional) que las hace converger. Vayamos con las diferencias.
Los dos partidos que en las encuestas sacan mejores resultados, estrenan candidatos: Diego Canga (PP), Carolina López (Vox). Canga se instaló en Asturias el 16 de enero y López fue nombrada candidata el 19 de enero. Canga cumple este domingo tres meses de dedicación a la batalla electoral, López cumplirá el primer trimestre el miércoles. Para ser dos personas que no estaban en la política regional, el tiempo para captar el voto es muy escaso. La primera condición para tener un buen resultado es ser conocido por el electorado. Parten de un déficit que no tienen Feijóo ni Abascal.
Segunda diferencia. Barbón es un disciplinado dirigente del socialismo, sector sanchista, pero no siguió el sistema de alianzas de Sánchez. Practicó, con excepciones, la estrategia de la geometría variable, que le llevó a acuerdos transversales en la Cámara. La derecha social no le votará, pero tampoco le teme. Prefieren, sin duda, a los candidatos de derechas, como es normal.
Vamos con la tendencia general de la derecha que está dominada por el miedo a Sánchez. Ese miedo moviliza al electorado liberal-conservador que ha entendido que los comicios de mayo funcionan como un test para las elecciones de diciembre, agrupando el voto. Esa es la razón por la que los barones socialistas no quieren compartir foto con Sánchez.