En las horas previas a la finalización del plazo para registrar las candidaturas, los partidos a la izquierda del PSOE, Podemos e IU, estaban entregados a la lucha interna. La problemática de Podemos es ya suficientemente conocida, hasta el punto de que el acoso del aparato a la candidatura de Covadonga Tomé se ha convertido en un asunto nacional. Si al final triunfan las tesis oficialistas, Ione Belarra, máxima dirigente de Podemos, no saldrá indemne. A las once de la noche no se sabía aún cuál sería la composición de la candidatura. En los medios se especulaba con la posible renuncia de Podemos a registrar una lista, recordando lo ocurrido en los comicios de Andalucía, cuando el partido morado quedó fuera de la competición. Para justificar la manipulación de las listas, por parte del aparato, sacaron a relucir que en anteriores elecciones generales también hubo cambios en las candidaturas decididos por la dirección. No es un mal argumento, pero lo verdaderamente novedoso del experimento actual es que los cambios se producen por la vía de los expedientes disciplinarios, para invalidar a los dirigentes díscolos inventando acusaciones falaces.
En IU todo era un mar en calma por primera vez en muchos años, pero al final pudo mas el gen de la destrucción interna. La entrada de socios, como Más País, rompió el consenso e hizo que una parte de la organización se desentienda de la competencia electoral. Los cambios introducidos por la dirección tienen apoyo interno, pero esa no es la cuestión. A treinta días de los comicios, lo relevante es lo que piense el electorado. Los ciudadanos huyen de los partidos que tienen broncas internas. No creo que la inclusión de una independiente, como Nuria Rodríguez, que hasta ayer por la tarde era de Podemos, compense la ruptura interna. Tampoco creo que Barbón sufra mucho con los desgarros en los grupos a su izquierda.