En el sondeo de GAD 3 para EL COMERCIO, el 50,8% de los encuestados está a favor de un cambio de Gobierno. Para valorar esta cifra hay que tener en cuenta que la palabra ‘cambio’ seduce a todo tipo de electorados en España y en el extranjero. Tan es así que los propios gobiernos cuando se acerca la fecha de acudir a las urnas la agitan como bandera. Sin falta de salir del Principado, más de una vez hemos oído a Barbón reivindicar el cambio para Asturias. A mayor abundamiento, el 27% de los votantes socialistas también están a favor. Dada la magia del término, para evitar confusiones hay que explicitar de qué cambio estamos hablando. Es preciso embridar la imaginación y hablar en términos concretos si se quiere mandar a la oposición a los socialistas y poner en su lugar a otro partido o partidos. Entonces las cosas ya no están tan claras. Es más fácil estar en contra de algo que a favor de su contrario. Aunque no se suele relacionar, la sensación de insatisfacción que produce rechazar los gobiernos y no sentirse atraído por posibles alternativas está en la raíz de la creciente abstención que hay en España. La respuesta abstencionista es especialmente relevante en los comicios autonómicos.
Para ahondar más en la reflexión tenemos otro dato de la encuesta: 53,2% de los sondeados consideran que Asturias empeoró en este mandato. Una cosa es reconocer la situación del territorio y otra considerar que ese porcentaje equivale a una moción de censura. En la inmensa mayoría de las naciones o regiones que tienen una inflación alta la situación se percibe como negativa. Es francamente difícil que un consumidor asturiano diga que estamos ahora mejor que en 2019, excluyendo a una ínfima minoría de personas que gozan de unos ingresos económicos muy elevados.
La secuencia iniciada en marzo de 2020 con la pandemia y continuada, sin solución de continuidad, por la crisis de las materias primas, con la rotura de las cadenas de suministro, y el proceso inflacionario agravado por la guerra de Ucrania, nos ha colocado en un escenario más preocupante del que había a principios de mandato. En ese deterioro jugaron principalmente factores de política internacional al que se sumaron decisiones e inhibiciones propias de un Ejecutivo débil, como es el que gobierna la nación. El Principado, como el resto de gobiernos regionales, no tuvieron nada que ver porque carecen de competencias en esas materias. Cuestión distinta es que el elector concreto haga un plato combinado con todo lo anterior.