La encuesta realizada por GAD 3 para EL COMERCIO, sobre las elecciones autonómicas en Asturias, dibuja un escenario menos holgado para la izquierda que el de otros sondeos realizados durante los últimos meses. El triunfo de la candidatura de Adrián Barbón parece incontestable, salvo error o catástrofe, pero la distancia con el PP se reduce a dos o tres escaños. Deja de haber un partido líder que duplica en diputados al principal partido de la oposición.
El PSOE oscila entre mantener la cuota parlamentaria o perder un diputado, mientras que la lista encabezada por Diego Canga aumenta en un 70% el número de escaños logrados por Teresa Mallada. Una lectura en clave interna pasaría por dar por acertada, definitivamente, la operación relevo.
También es destacable la resistencia del PSOE asturiano ante coyunturas adversas. El fuerte desgaste del Gobierno de Pedro Sánchez, que tiene su último episodio en los exdirigentes de ETA blanqueados en listas electorales, pone de los nervios a los presidentes de Aragón (Lambán) y Castilla-La Mancha (García Page) por el perjuicio que les causa. Sin embargo, Adrián Barbón, sin hacer declaraciones para desmarcarse de las peripecias del Gobierno central, mantiene la cuota electoral. En su día, abrazar la causa del sanchismo le llevó a liderar la FSA y ganar las elecciones. Ahora, el desgaste de Sánchez (por detrás de Feijóo en las encuestas) no le afecta.
El sondeo refleja con dureza la voladura del centro político. Hace cuatro años, entre Ciudadanos y Foro tenían siete escaños. Ahora, el trabajo demoscópico deja la suma en un solo diputado: Ciudadanos pierde el 100% de su capital parlamentario y Foro, el 50%. Se puede explicar la debacle por la marcada división del espacio político en dos bloques antagónicos, pero creo que es por circunstancias específicamente asturianas. No todo son errores importados.
El grupo parlamentario de Ciudadanos tuvo una trayectoria extravagante en el mandato, con tres portavoces, fugas y expulsiones. Llegaron al disparate de externalizar trabajos que siempre hacen los diputados. El electorado también huye.
Foro sufrió una metamorfosis interna, desde un declarado españolismo a algo más que un tímido regionalismo. Ante la propuesta de la izquierda de tener tres lenguas oficiales quedaron retratados. Modificar el ideario implica pagar un coste electoral.
La izquierda radical retrocede. Hay que distinguir entre IU, que mantiene los dos diputados, y Podemos que pierde la mitad. La caída del partido morado estaba cantada. Los candidatos, ganadores de las primarias, están solos. El aparato no se siente concernido. Es un caso único en la historia electoral asturiana donde un partido compite con otras formaciones, mientras los que mandan en la organización hacen el vacío a los candidatos. IU no se beneficia, aparentemente, de las pérdidas de Podemos.
La izquierda radical tenía catorce diputados en 2015, tantos como el PSOE de Javier Fernández. En 2019 se convirtieron en seis. Ahora el sondeo electoral lo deja en cuatro. Más de un error habrán cometido.
La izquierda, en su conjunto, se mueve entre los 23 y 24 escaños. Tienen asegurado el control del gobierno siempre que haya algún tipo de entente entre los tres grupos. Si el PSOE saca 19 diputados, la abstención de IU o de Podemos, en cualquier votación, dejaría a un hipotético gobierno socialista en minoría. En esas circunstancias sería muy difícil transitar por la legislatura con un gobierno monocolor. Con 20 diputados necesitarían los socialistas del concurso de los otros dos partidos para sacar adelante los presupuestos. Aunque el deseo de Adrián Barbón es gobernar en solitario, con pactos puntuales con diferentes socios, no veo factible mantener esa estrategia durante toda la próxima legislatura con los datos del sondeo. El Gobierno de coalición en Madrid ha enseñado a los partidos minoritarios de la izquierda que estar en el Ejecutivo es un gran activo para hacer política y encarar los procesos electorales. En los años pasados Barbón pudo gobernar, cómodamente, en solitario porque tenía la posibilidad de pactar con el centro (Ciudadanos y Foro). Para el futuro la entente con la otra izquierda será inevitable si se quiere evitar el colapso.
La encuesta deja como gran noticia de fondo la resurrección del bipartidismo. En las elecciones de 2015, tanto en las generales, como en las autonómicas, el mapa del reparto del poder, acuñado en la Transición, quedó roto por la izquierda y por la derecha. En Asturias, en las elecciones autonómicas de 2019, la izquierda se volvió a reagrupar en torno al PSOE.
Ahora el sondeo revela dos cosas con respecto al PP: sale del pozo en que había caído tras la crisis con Cascos (cuatro elecciones autonómicas seguidas sin pasar de los once diputados) y alcanza los registros que tenía cuando no existía otro partido de derechas en la oposición. El bipartidismo vuelve a tener vida, pese a que haya siete u ocho escaños en manos de terceros partidos.
Mejor hablar, aún, de bipartidismo imperfecto porque Vox, estrenando candidata y con sólo unos meses de rodaje, logra entre tres y cuatro diputados. Un resultado meritorio, que lo coloca como tercer partido asturiano, tras el retorno de Ignacio Blanco a su quehacer profesional.
Por cierto, con los datos de la encuesta no habrá modelo trilingüe oficial.