Los programas electorales reúnen, en teoría, el compromiso de los candidatos con los electores. La realidad es muy distinta. Los líderes mantienen, dentro de su retórica huera, una gran estima por los programas, pero no se preocupan de ellos. A estas alturas varias formaciones no han finalizado su elaboración. Constituyen una pieza menor dentro de la tramoya electoral. Como la mayoría de los bienes o servicios, están sujetos a modas. En la actualidad se lleva confeccionar un programa con muchísimas medidas. Los socialistas concretan sus promesas en 500 medidas; Ciudadanos se conforma con 385. El PP las deja en 185. Con el mandato mediado, un día cualquiera se descolgarán con que han cumplido el 90% del programa, sin que un observador neutral pueda encontrar ninguno de los prodigios que anunciaban en la realidad cotidiana.
Como la izquierda y la derecha cultivan los mismos tópicos y gobiernan de manera parecida, queda convertida la materia fiscal en rasgo diferencial. El PSOE insiste en la vía fiscal asturiana. Lo que ellos proponen lo hacen otros territorios gobernados por los socialistas y todos ellos se atienen al patrón fijado por Pedro Sánchez: no deflactar el IRPF, para recaudar más dinero que nunca y favorecer con subvenciones a determinados grupos sociales que consideran estratégicos desde una perspectiva electoral. Fundamentalmente, pensionistas y jóvenes. La vía fiscal asturiana pasa por distribuir entre diversos grupos los recursos que aportamos entre todos. Los socialistas no pretenden subir los tipos fiscales a los asturianos, basta con que suban los precios para recaudar más. Los grupos a su izquierda no se conforman con el aumento de la recaudación por efecto de la inflación, sino que quieren elevar los tipos impositivos. Ya saben el discurso de que los ricos deben contribuir con más dinero, que en la práctica se convierte en una vuelta de tuerca para todos aquellos que ganan por encima de 30.000 o 40.000 euros. La derecha propone deflactar el IRPF, como hicieron las comunidades gobernadas por el PP, y eliminar la imposición a las donaciones y sucesiones. Todo se limita a enunciados, nadie aporta números.
Fuera de la materia fiscal se abre un amplio campo para las ocurrencias, con supermercados gestionados por funcionarios, aseos neutros (sic) en edificios públicos, hacer de Asturias una referencia ciclista internacional o volcarnos en la industria del videojuego, así como recuperar la minería. La fantasía no tiene límite.