El inicio del año ha servido para confirmar la escasa demanda que tiene el turismo rural (hoteles, apartamentos, casas de aldea). En los primeros meses de 2024 estuvo el punto de inflexión, donde el turismo rural empezó a tener peores resultados que en los anteriores ejercicios y, lo que es más importante, comenzó a quedar descolgado del turismo urbano. En 2023 se habían batido todos los récords. La actividad turística no tenía flancos débiles y, de pronto, la oferta rural empezó a perder clientes. Si se compara el pasado mes de enero, con el mes de enero de 2019 (justo antes de la pandemia), vemos que se perdieron casi 1.500 clientes y más de 1.900 pernoctaciones. Dentro de la España Verde, Galicia, Cantabria y País Vasco obtuvieron peores resultados que Asturias, tanto en clientes como en estancias, pero Asturias fue la región de España que tuvo más capacidad infrautilizada. En los fines de semana del pasado mes de enero hubo una media de ocupación de plazas del 7,5%, mientras que la media del medio rural en España fue 18,5%. El resultado de la comparación es preocupante. De mantenerse la tendencia, con tanta capacidad excedente, los cierres serán numerosos.

Al inicio de la pérdida de clientes, el Principado, que está muy volcado en toda la problemática del medio rural, creó un grupo de trabajo que propuso promocionar bonos de estancia para recuperar la clientela. Es la clásica solución trampa: se baja el precio artificialmente para ser atractivos. El día que se retira la subvención, cae la demanda. De esa forma los negocios sólo son viables si la Administración forma una ‘UTE’ con las casas de aldea. Algo parecido ocurre con las líneas aéreas y los viajes en AVE. Como hay que echar la culpa a algún agente externo, las Viviendas de Uso Turístico (VUT) hicieron de cabeza de turco por «competencia desleal». Debe ser que los bonos de estancia son competencia leal.

Las tribulaciones del turismo rural contrastan con el éxito de la oferta urbana. En el puente del Carnaval, la ocupación hotelera urbana es del 99%, mientras en la zona rural solo llega al 50%. La ansiada desestacionalización, que estaba presente ya en el primer discurso sobre política turística de los años ochenta, se empieza a alcanzar en la zona urbana. No debería extrañar a nadie. El mayor atractivo turístico de Francia es París, por encima de los “châteaux” y del bosque gótico. En Chequia es Praga, y, en Inglaterra, Londres. Los expertos del Principado y la Universidad de Oviedo deben revisar la estrategia.