Los médicos cruzan el ecuador de la huelga. Si el primer día quedaron anuladas el 40% de las consultas y el 25% de las operaciones, en la segunda jornada disminuyeron algo los trastornos en la prestación de los servicios, al quedar aplazadas el 32% de las consultas y el 20% de las operaciones. Las diferencias no son grandes. Si dejamos de medir la huelga por las anomalías que se registran en la relación con los usuarios, y nos fijamos en la presencia o ausencia al trabajo, como se hace con cualquier otro sector laboral cuando hay un paro convocado, nos encontramos con que el porcentaje de huelguistas se mantiene en cifras parecidas, en torno al 55% de los médicos que pueden ejercer el derecho al paro, es decir, excluyendo a los que están de servicios mínimos o se encuentran en una situación especial (permiso, baja). Según los sindicatos, de una nómina de 3.800 facultativos, hay 1.400 de servicios mínimos, 900 de permiso y 300 de baja laboral.
La precariedad en la atención a los pacientes, propia de toda huelga, opera sobre los problemas estructurales de plantilla que se han multiplicado los últimos años con las jubilaciones masivas de personal, típicas de un sector público muy envejecido en Asturias. Según el Sindicato Médico de Asturias (SIMPA) para atender las demandas de los pacientes es preciso contratar a 1.200 médicos. 800 serían para cubrir las necesidades hospitalarias, 360 en Atención Primaria y 60 en salud mental. En el presupuesto para el próximo año, con más de 2.500 millones destinados a la sanidad, se contempla un aumento de 120 médicos en la Atención Primaria y 21 en salud mental. De mantener ese ritmo de incorporaciones los déficits de plantilla podrían en un tiempo no excesivamente largo quedar subsanados.
José Antonio Vidal, presidente del SIMPA, reconoce que la Consejería de Salud se mostró contraria al Estatuto Marco (objetivo de la huelga) por razones técnicas. Ahora pide que también muestre rechazo porque «los médicos estamos en lucha y esto puede tener consecuencias muy graves para la sanidad asturiana». Según Vidal, «son ellos los que deberían convencer al Gobierno». Para bien o para mal, el desarrollo de las huelgas no discurre por esos cauces. Las huelgas las ganan o las pierden los trabajadores que participan en ellas. Puede haber expresiones de solidaridad por parte de sectores sociales, como también hay actitudes de rechazo, pero no hasta el punto de que el gobierno autonómico de turno haga el trabajo que le toca hacer a los huelguistas.