En esta legislatura de bloqueo institucional y profunda degradación política, el Gobierno de coalición de la izquierda, presidido por Pedro Sánchez, vive los días más aciagos.
En junio había estado el presidente contra las cuerdas, con la detención de Santos Cerdán. Luego amainó el temporal y Sánchez se reinventó en líder de la oposición a Trump, implacable censor de Netanyahu y socio comercial de Xi Jimping ganando crédito entre sus aliados izquierdistas (Sumar, Bildu, ERC, BNG). Muy a su pesar volvió la agenda política española a erosionar el desgastado prestigio del presidente, con dos rechazos a la senda de déficit (un año más sin presupuesto), la ruptura de Junts con el Gobierno, el desajuste del mercado de la vivienda y la condena al fiscal general del Estado.
Crisis
Todo lo anterior fue la antesala de la actual crisis de diciembre, donde todas las flechas se clavan en el Gobierno o en el partido. La situación es tan imprevisible, que Sánchez y su equipo renunciaron a enviar el argumentario mañanero a los dirigentes socialistas. Por primera vez, desde la retirada ficticia del presidente para meditar si abandonaba la política, no asistimos a la repetición cansina de las mismas frases por parte de ministros, portavoces parlamentarios, miembros del aparato de Ferraz, etc. Quizás la orden sea guardar silencio.
En contra de lo que cree la mayoría de la gente, en la política no siempre sucede lo mismo. Es una caja de sorpresas. ¿Quién podía imaginar que un puñado de mujeres socialistas, hartas de denunciar acoso sexual y tratos vejatorios ante los órganos supuestamente competentes del partido, se lanzaran a criticar a los presuntos agresores y a deplorar el funcionamiento interno?
A partir de ahí comenzó la catarsis y empezaron a dejar sus cargos e irse para casa unos cuantos impresentables.
El daño en imagen para el PSOE es incalculable. ¿Cuántas veces hemos escuchado a Pedro Sánchez, Bolaños o Alegría recitar la muletilla de «tolerancia cero»? Un sintagma que oculta la realidad de la connivencia con el acoso.
Hasta la fecha, el dirigente más destacado del grupo de señalados es Francisco Salazar, exdirector adjunto de Presidencia. En Moncloa quieren evitar que se siente algún día en el banquillo de los acusados. Por eso, rechazan llevar su caso a la Fiscalía. Repite el sanedrín socialista el mismo comportamiento que tuvieron con Cerdán. No molestarlo para evitar que en la desesperación se vaya de la lengua.
Regeneración
Este asunto encierra un peligro que en Moncloa habrán detectado. La versión socialista del ‘Me too’ es la única fuerza en el PSOE capaz de desplazar a Pedro Sánchez de la secretaría general. En este embrollo, el socialismo asturiano ha marcado perfil propio pidiendo enviar los datos de la investigación interna de los presuntos acosadores al fiscal. Adriana Lastra hizo la petición, que reiteraron Adrián Barbón y Gimena Llamedo. Es importante tener una conducta impecable en un club donde hay tanto fango. En Ferraz ya están advertidos, no cabe cerrar en falso unos comportamientos tan lamentables. En el mes de septiembre de 2024, Pedro Sánchez presentó en el Congreso de los Diputados un plan de regeneración democrática que quedó inédito. Está el socialismo ahora en una coyuntura que demanda regeneración. Para levantar esa bandera hay que tener las manos limpias.
Al asunto escabroso que sacude las entrañas del partido se suma el inacabable problema de la corrupción. La entrada de los agentes de la UCO en el Ministerio de Hacienda, la sede central de Correos y el Ministerio de la Transición Ecológica avergonzaría a cualquier gobierno menos al actual.
La redada ha dado con los huesos de Vicente Fernández, expresidente de la SEPI, Antxon Alonso, socio de Cerdán en la empresa Servinabar, y Leire Díez, fontanera del partido, en el calabozo. La Policía Judicial les atribuye amaños de contratos a cambio de mordidas. Quedan en libertad vigilada. La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, pide a Pedro Sánchez una «remodelación profunda» del Gobierno, «porque así no podemos aguantar».
Urnas
Todo esto sucede cuando falta una semana para la celebración de las elecciones autonómicas en Extremadura. En el marco más desfavorable y con el peor candidato posible (Miguel Ángel Gallardo) inicia el PSOE la competición electoral que se prolongará por cuatro territorios (Extremadura, Aragón, Castilla y León y Andalucía). En seis meses habrá cuatro citas electorales. Por lo menos.
A partir de esta semana, la política española girará en torno a las urnas. Antes decíamos que la política es una caja de sorpresas. Pues bien, la dimensión electoral de la política es la que resulta más imprevisible. Aun así, nunca las expectativas del PSOE habían sido tan bajas en Extremadura, la tierra donde el socialista Rodríguez Ibarra ganó seis elecciones autonómicas consecutivas.
Un amigo mío dice que con los votos sucede lo mismo que con los bares, las personas votan o consumen siguiendo las preferencias de la mayoría. Los éxitos en las urnas propician más éxitos, y las derrotas son la antesala de nuevas derrotas. Un batacazo en Extremadura el 21 de diciembre podría ser el anticipo de otro fracaso en Aragón el 8 de febrero.
Quiero decir que uno de los acontecimientos de mayor influencia en las elecciones generales de 2027 serán los resultados previos de las elecciones autonómicas que se hayan celebrado.