Las elecciones autonómicas de Extremadura muestran enseñanzas susceptibles de traslación a otras comunidades autónomas, sobre todo, en los territorios donde no concurren candidaturas nacionalistas que distorsionan la competición por el voto entre los partidos estatales.
La principal conclusión de las urnas es la ruptura del equilibrio entre los dos bloques, derecha-izquierda, con una amplia ventaja del primero. En una región muy enraizada en la cultura de izquierdas, el resultado del pasado domingo sólo se explica como muestra de un cambio de ciclo global, hegemonizado por la derecha. Del cambio hay pocas dudas, pero se desconoce cómo será la correlación de fuerzas en el bloque de la derecha.
Si aceptamos como pista el resultado extremeño, donde el PP obtuvo la mínima ganancia de escaños (uno) del hundimiento histórico del PSOE, mientras Vox se adueñaba del 60% de las pérdidas socialistas, podemos afirmar que la cuota electoral de los dos partidos (PP, Vox) en el corto y medio plazo es una incógnita.
Abascal
Abierto el interrogante es preciso subrayar el cambio operado en la estrategia de Vox en este año que termina. Desde la toma de posesión de Trump, Santiago Abascal giró la nave Vox hasta ubicarla en posición de choque con el PP. Para el líder de la derecha radical española la culpa de todos los males de la nación es del PSOE y del PP. Terminó el periodo de críticas más o menos matizadas, propio de dos partidos que comparten electorado, para dar paso a una política de frentes, situando a PSOE y PP en la misma trinchera, mientras Vox, supuestamente, representa al pueblo.
Si Abascal operó ese cambio fue por dos razones. Lidera el único partido español que se cobija bajo el paraguas de Trump. A ello añadamos la reciente experiencia electoral europea, con la extrema derecha de Marine Le Pen ganando en Francia las elecciones legislativas y europeas, mientras en Italia Meloni preside el cuarto gobierno más longevo en la historia de la República italiana; en Portugal ‘Chega’ es el mayor grupo de la oposición; en Alemania ocurre lo mismo con la candidatura de ultraderecha, Alternativa para Alemania, principal partido de la oposición y el que goza de una mayor intención de voto en los sondeos.
Algo semejante sucede en el Reino Unido con Reform Uk, el partido de Nigel Farage, impulsor del Brexit; su partido ganó las elecciones locales del pasado mes de mayo.
A partir de esas premisas, Abascal considera que Vox está en condiciones de alzarse como alternativa al statu quo político español. La lucha entre los dos partidos de la derecha puede llevar a que sus triunfos electorales no tengan reflejo en las instituciones, dándose, entonces, la paradoja de que el ciclo de derechas no garantice gobiernos de ese signo político. Esa contradicción entre hegemonía ideológica y división política produciría hartazgo en el electorado de derechas.
Bipartidismo
Con el fuerte crecimiento de Vox queda en entredicho el avance que había experimentado el bipartidismo desde las elecciones generales del 10 de noviembre de 2019. La experiencia indica que el bipartidismo es el modelo político que aporta más estabilidad a las instituciones españolas. En la pasada campaña, Abascal se refirió «al fraude de bipartidismo». El enemigo común a batir por todas las minorías parlamentarias es el bipartidismo.
El PP, ganador de las elecciones generales, triunfador de los comicios en Extremadura, más que probable ganador en Aragón, no ha sabido anular el mecanismo electoral que retroalimenta al PSOE y a Vox: cuanto más fuerte sea Vox, más votos sacará el PSOE; nada moviliza más al electorado de izquierdas que la amenaza de la ultraderecha. Y cuanto más fuerte sea el PSOE, más votos sacará Vox; nada estimula más al sector de derechas que el avance de los socialistas.
El primero que vio la importancia del estímulo fue Zapatero, cuando le dijo a Gabilondo en las elecciones de 2008: «Nos conviene que haya tensión». Rajoy no la provocaba, pero la imagen de Abascal a caballo es otra cosa.
El PSOE sale debilitado de la contienda electoral porque su gente no estaba motivada ante las urnas, con su candidato imputado, la resaca de los escándalos, etc. Por primera vez en siete años, la militancia (un sector al menos) ve en Pedro Sánchez un problema más que una solución. El test de Aragón, con Pilar Alegría de candidata, puede ahondar en la herida.
Asturias
Llevemos la reflexión a Asturias. El año 2025 fue más duro que los anteriores de la etapa de Barbón, con los ceses/dimisiones de tres consejeras, las protestas de maestros y profesores, la frustración que provoca la carestía de la vivienda, la carga de unos impuestos injustificadamente altos, etc.
En septiembre, Adriana Lastra declaró a este periódico que «Barbón es imbatible, el PP no tiene posibilidad alguna de gobernar en Asturias». Como Barbón puede ser imbatible y el PSOE pasar a la oposición, quedémonos con lo de «el PP no tiene posibilidad alguna de gobernar en Asturias».
Si la derecha (PP, Vox, Foro) obtiene un escaño más que hace dos años, el PSOE pasará a la oposición, salvo que los diputados de esos tres grupos no se pongan de acuerdo en investir de presidente al candidato de ellos más votado.
Ante un ciclo de derechas, con todos los sondeos (menos el que adereza José Félix Tezanos) dando 200 escaños en el Congreso de los Diputados a PP y Vox, la posibilidad de alternancia en Asturias es real.