Álvaro Queipo le pide a Barbón que rompa con «la extrema izquierda de IU». La propuesta, según el presidente del PP asturiano, es un calco de lo que el presidente del Principado le exige a él: romper con Vox en todas las instituciones donde trabajan juntos.

Siempre me pareció un exceso el cordón sanitario que levantaron los socialistas en la Junta General del Principado en torno a Vox. No hicieron nada dentro ni fuera de las instituciones asturianas para merecer un tratamiento que no tienen los herederos de ETA en las Cortes Generales. No me refiero sólo al presente, en que son socios prioritarios del Gobierno de Pedro Sánchez, sino en épocas lejanas, cuando los compañeros de viaje de ETA (Herri Batasuna, Euskal Herritarrok, etcétera) obtenían escaños en las elecciones y recibían un trato parlamentario como el de cualquier otro grupo. El presidente del Principado expuso más de una vez que no podía negociar con un partido que rechaza el sistema autonómico, pero peor es lo que hace el PSOE en el Congreso de los Diputados al negociar con grupos que rechazan la Constitución, el Estatuto de Autonomía de su tierra y trabajan para separarla de España. Por referirme a algo muy cercano, me pareció un error de Barbón convocar el pasado mes de mayo a todos los grupos para reformar el Estatuto de Autonomía, excepto a Vox, que es el tercer grupo de la Cámara. Eso sí, a la reunión invitó al presidente de la Academia de la Llingua, que ilustró a los diputados sobre la reforma. Una auténtica anomalía. Por todo lo anterior me parecen igual de legítimos los pactos con Vox que con cualquier otro partido. Otra cosa es la conveniencia de hacerlos.

La propuesta de Queipo la veo totalmente ajustada a la realidad parlamentaria del Congreso de los Diputados, donde partidos como Junts, ERC o Bildu fuerzan al Gobierno a cambiar leyes y sentencias, pero todos dicen que el malo es Vox. En Asturias IU no juega el mismo papel que los partidos nacionalistas citados. No tendría sentido montar un cordón sanitario en torno a esa formación. Desde 1986 participa en la vida política asturiana, con toda normalidad, y formó parte de gobiernos de coalición en tres legislaturas. Quizás tenga algún tic propio de haber convivido con Podemos, como la negativa a conceder la Medalla de Asturias a la Princesa Leonor o el rechazo a celebrar el Día de las Fuerzas Armadas por el ‘genocidio de Gaza’. Hay que tratar por el mismo rasero a Vox y a IU, claro que sí, y al PSOE y al PP. La intolerancia, sólo con los que quieren cargarse la Constitución.