La dimisión de José Luis Iglesias Riopedre, como consejero de Educación y Ciencia del Principado, supone para el mundo de la educación asturiano la despedida del político que más ha contribuido a su avance en la democracia. Durante una década fue responsable de programas educativos; posteriormente, director general de Educación; luego, viceconsejero; y desde 2003, consejero de Educación del Gobierno regional.
Pese a estar dotado de una fuerte carga ideológica, nunca recurrió a ella para cubrir déficit de gestión; al contrario, siempre puso los números por delante, sabedor de que los resultados concretos constituyen el mejor aval de un político. Le tocó participar en el vivo debate sobre la Educación pública de los años ochenta, en un momento en que profesores y sindicatos estaban más preocupados por lo que se hacía que por lo que se cobraba.
En aquella época dio con el diagnóstico correcto: el punto débil del sistema está en el fracaso escolar. Hace 25 años, el fracaso escolar del Bachillerato en Asturias afectaba al 50% del alumnado; en la actualidad ronda el 18%, el más bajo de España. El fracaso escolar no desaparece sin la aplicación de medidas específicas, y para ello destinó profesores a reforzar el aprendizaje de los chavales con problemas, rompió los moldes rígidos de las clases y dispuso que las Matemáticas y la Lengua tuvieran más horas lectivas que en el conjunto de España, con la excepción de La Rioja. Como consejero, Riopedre fue un adelantado en la implantación de las nuevas tecnologías en el aula, pero no siguió la pauta de otras regiones, como Extremadura, en que hay más pantallas que niños, sino que apostó por extender la figura del coordinador de nuevas tecnologías, que fue clave para el avance de los alumnos y, sobre todo, para implicar al profesorado con las nuevas herramientas. Las nuevas tecnologías y la enseñanza en inglés han cambiado la faz de los centros.
Comprendo que para la gente que crea que la Educación para la Ciudadanía y el horario de la asignatura de Religión son los elementos centrales de la Educación, todo lo anterior les parezca poca cosa. La misma consideración sirve para los sindicalistas que ven el plus de la carrera profesional el eje de la educación de calidad. Cuando pasen veinte años, se verá que Riopedre hizo más por el progreso de Asturias que todos sus detractores juntos.