Zapatero ha anunciado la reactivación de parte del programa de obras públicas que habían quedado desechadas por José Blanco hace quince días. La noticia llega a Asturias tras las protestas por la paralización casi absoluta de la obra pública en nuestra región. La polémica sobre si las obras están paradas o ralentizadas es bizantina, porque una ralentización muy acusada origina los mismos efectos que una paralización: la finalización de los proyectos se demora en años. El secretario general de la FSA y candidato socialista a la Presidencia del Principado, Javier Fernández, prevé que en los próximos días habrá alguna noticia positiva para nuestra región. Como Zapatero afirmó que la mayoría de las comunidades autónomas se verán beneficiadas con la reactivación de las actuaciones, es de esperar que Asturias esté entre ellas.
El clamor de agentes sociales y partidos políticos contra la detención o ralentización de las obras era de esperar. La sensibilidad asturiana hacia la construcción de las infraestructuras de transporte raya en la hipertrofia al considerarlas la quintaesencia del progreso. Es muy difícil luchar contra una idea tan instaurada en la sociedad. No obstante, hay alguna infraestructura, como la autovía del Cantábrico, que ha conocido tantos retrasos, aplazamientos y replanteamientos, durante los últimos 25 años, que cualquier nueva incidencia, como la derivada del ajuste del gasto, supone un pésimo mensaje para toda la comunidad autónoma.
La buena nueva de Zapatero ha provocado un repunte de los intereses de la deuda pública española. Para colocar papel en los mercados hace falta remunerarlo con intereses más altos. Todo el plan de ajuste presupuestario, en el que está incluido el recorte de 6.400 millones del Ministerio de Fomento en dieciocho meses, se había ideado para ganar confianza en los mercados. El presidente ha vuelto a desdecirse y el dinero se fía poco de los que rectifican mucho. Si se apuesta por las alegrías del gasto público tendremos problemas muy graves, porque nos cerrarán el grifo del crédito. La cuestión es fácil de resumir: lo que desea el ciudadano resulta mortífero para la economía española. Sólo se puede relanzar la obra pública si se recorta gasto social. Zapatero debería explicar todo esto en televisión, porque es esencial que lo asuman millones de ciudadanos.