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Juan Neira

LARGO DE CAFE

HABLAR CLARO

El Ministerio de Fomento cuenta con 500 millones de euros para relanzar cuatro grandes infraestructuras, siendo una de ellas la autovía del Cantábrico. A falta de conocer cuánto dinero irá destinado a cada una de estas actuaciones, podemos suponer que la autovía del Cantábrico recibirá una cantidad que oscilará entre los cien y los doscientos de millones. Como se trata de un presupuesto a repartir entre los tramos que están en construcción en Galicia y en Asturias, la cuota correspondiente a nuestra comunidad autónoma no superará la mitad de esa cantidad (entre cincuenta y cien millones), ya que en Galicia hay muchos tramos en obras y pocos kilómetros terminados. Y si la parte que nos corresponde la tenemos que dividir entre los cuatro tramos (Unquera-Llanes, Muros de Nalón-Dueñas, Otur-Villapedre y Navia-Tapia) que restan para finalizar la autovía, llegaremos a la conclusión de que la inyección financiera a recibir para continuar las obras es totalmente escasa.

La autovía del Cantábrico sufrió todo tipo de retrasos en Asturias. Al empezar la década de los años noventa del siglo pasado, la mayor parte de las infraestructuras avanzaban en España más deprisa que en nuestra región. El argumento que se utilizaba para justificar el retraso era que la difícil orografía asturiana retrasaba el avance de las obras. El razonamiento era sólido, aunque el verdadero argumento era otro: Asturias recibía una enorme suma de dinero para reconvertir su industria pesada. Si Asturias tiene las mejores factorías de Arcelor-Mittal de toda Europa se debe al dinero puesto entonces por Felipe González: cerca de un billón de las antiguas pesetas. No era de recibo recibir tanto dinero para carreteras como el resto de las regiones, mientras la reconversión industrial asturiana, con los primeros expedientes de prejubilación minera, entre otros capítulos, se financiaba desde el Gobierno. Traigo esto a colación, porque ya entonces, pese a existir razones fáciles de explicar, el Ejecutivo no hablaba claro a la opinión pública.

Ahora sucede lo mismo. El ajuste fiscal debe explicarse a la gente, más allá de decir que se pretende reducir el déficit público al 3% en el 2011. Eso es hablar con la jerga de la clase política. ¿Qué le importa a un desempleado el déficit público? Hay que entrar en harina para explicar la paralización de las obras.

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por JUAN NEIRA

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agosto 2010
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