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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA ENMIENDA DE EVA LEDO

Entre tanta primicia preocupante o negativa, nos topamos ayer en la página 30 de este periódico con una noticia aparentemente simple, pero de una gran importancia para el futuro de la educación y de la sociedad asturiana: la Consejería de Educación retira las instrucciones que había dado (el pasado mes de mayo) para el uso de los dispositivos digitales en las aulas y se limita a aportar orientaciones. Renuncia a dar órdenes y opta por orientar.

La instrucción de la exconsejera de Educación, Lydia Espina, consistía en otorgar prioridad al papel, relegando las tecnologías digitales a la categoría de mero complemento. En el segundo ciclo de Infantil (3-6 años), se decía que se podían introducir los dispositivos digitales para un uso colectivo y bajo supervisión del profesor. En la etapa de Primaria (6-12 años), las herramientas digitales se utilizarían con carácter instrumental en actividades concretas en el aula, supervisadas por el docente. En Secundaria y FP (12-16 años), tabletas y ordenadores mantendrían su carácter de material subsidiario.

Desandar
La instrucción de Espina chocaba frontalmente con la metodología que se seguía en los centros públicos más dinámicos y, sobre todo, con la enseñanza concertada, donde ordenadores y tabletas constituyen un material fundamental para el aprendizaje. El Principado dio un año de plazo para desandar el camino: de la enseñanza digital a la convencional (analógica). El hecho de que los centros de la red concertada hubieran realizado una inversión importante en tecnología digital condicionaba el cambio brusco de sistema.

La propuesta de Espina no era original. Llegó precedida por una política reactiva, impulsada en Suecia por la ministra de Educación, Lotta Edholm, consistente en demonizar las pantallas que «llevan al analfabetismo» y añorar los libros que «tienen ventajas que ninguna tableta puede sustituir». Como base para instrumentar el cambio pidió informes a expertos que corroboraron sus aspiraciones: «Toda la investigación del cerebro en niños muestra que no se benefician de la enseñanza basada en pantallas».

El hecho que empujó a la consejera y al Principado, en definitiva, a abandonar la enseñanza digital, fue la decisión de la presidenta de la Comunidad de Madrid de prohibir el uso individual de ordenadores en colegios e institutos. Puestos a imitar a Ayuso, no tuvieron mejor idea que escoger lo más disparatado de su gestión.

Fantasmas
Para empezar, despejemos fantasmas. Pertenezco a una generación que vivió la llegada del televisor al hogar como un suceso extraordinario, único. En consecuencia, nos sentábamos ante la pantalla varias horas cada día. Si no había adultos, apagábamos la luz de la habitación y nos sumergíamos en una especie de cine sin acomodadores. No conozco a nadie, de toda esa amplia época, que haya enfermado por la lluvia de rayos catódicos.

Cosa distinta es que, de la pandemia, más bien del confinamiento, haya surgido un nuevo tipo de adolescente, más vulnerable, con dificultad para procesar sus emociones, que requiere atención médica, entornos amigables y, sobre todo, comprensión. Relaciono las pantallas en la escuela y la ola de problemas mentales en la adolescencia, porque la sociedad tiende siempre a buscar causas (culpables) ante los problemas que no controla.

Pues bien, el culpable por excelencia es el ‘smartphone’ que rompe las rutinas familiares y propicia las conductas disruptivas en los centros de enseñanza. A sabiendas de que simplifico, el adulto, padre o docente, carece de estrategias ante la autonomía que han ganado hijos o alumnos desde el día en que les regalaron un teléfono inteligente.

Represión
Digo todo lo anterior, porque nadie cuestionaría los ordenadores y tabletas en las aulas, si no constituyeran un elemento conflictivo fuera de ellas. Reprimiendo su uso académico, se intenta recomponer, desde una perspectiva psicológica, el antiguo modelo de familia y escuela, en que todos hablaban el mismo lenguaje, que se prolongó hasta el umbral de este siglo.

La apuesta por la enseñanza digital es una obligación insoslayable, so pena de correr el riesgo de contribuir a moldear la generación de jóvenes más desfasada de nuestra historia. Además, es un trabajo baldío reintroducir a los nativos digitales en los viejos odres del sistema analógico. Si queremos que tengan buenos trabajos, la única vía es la digital. Si un día Asturias reencuentra la senda del progreso, será elevando la productividad (palabra censurada en los discursos de la Junta General del Principado) y para ello se necesita la tecnología digital.

Supongo que la presión de Escuelas Católicas habrá influido en la rectificación del Principado. En la resolución, la Consejería de Educación anota que «los centros docentes en el ejercicio de su autonomía fijarán la concreción del currículo». Qué importante es respetar la autonomía de los centros cuando se trata de decidir sobre métodos pedagógicos y didácticos. En Asturias es casi una novedad.

Se apunta un nuevo tanto la consejera, Eva Ledo, al evitar el disparate de censurar el aprendizaje digital. En cinco meses que lleva en el cargo resolvió más conflictos que el resto del Gobierno junto; sin levantar la voz, sin gestos para la galería, con la eficacia que da la experiencia. El presidente Barbón acertó con el nombramiento, porque, por una vez, se dejó guiar por el currículo.

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por JUAN NEIRA

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