En el acto inaugural del XX Foro de Asociaciones de Mujeres del Valle del Nalón, Adrián Barbón abordó el seísmo causado en el PSOE por los escándalos de acoso sexual cometidos por cuatro dirigentes del partido con mujeres que estaban bajo su mando jerárquico. Barbón dijo que el problema (acoso sexual) afectaba al poder político, social, sindical y a los movimientos culturales, asociaciones de vecinos y entidades deportivas. Para el presidente del Principado, el reguero de revelaciones es una consecuencia de un ‘Me Too’, «pero no en el ámbito del PSOE, sino en el ámbito de toda España».

Tiene razón Barbón en que las agresiones de todo tipo de hombres a mujeres no constituyen una exclusiva del Partido Socialista, pero en este momento es el PSOE quién está en el centro de la diana, porque los agresores son personalidades destacadas del partido, desde el estratega de la victoria de Sánchez en las primarias de 2017, Paco Salazar (como lo llama Pilar Alegría), elevado posteriormente al cargo de director adjunto de Presidencia de Gobierno, pasando por el secretario general del PSOE de Torremolinos, Antonio Navarro, y el presidente de la Diputación de Lugo y alcalde de Monforte de Lemos, José Tomé, hasta llegar al senador Javier Izquierdo, miembro de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. Es interesante subrayar que la indignación de las militantes socialistas que encabezan el ‘Me Too, del que habla Barbón, surgió por la pasividad de la dirección socialista de Pedro Sánchez. Una pasividad que es norma de conducta a día de hoy, cuando la dirección del PSOE se niega a poner en conocimiento del Ministerio Fiscal el presunto proceder de Paco, bragueta abierta, y la cuadrilla de la indecencia.

Tratar de extender el escándalo socialista a toda España es un esfuerzo baldío. Ahora toca explicar lo sucedido, con nombres y apellidos, sin recurrir al truco de decir que en su dimensión personal eran unos «grandes desconocidos», cuando su proceder era bien sabido por decenas de mujeres socialistas. Desde una perspectiva puramente política, lo más interesante de las palabras de Barbón está en pedir que los presuntos delitos se remitan a la Fiscalía. Sigue el surco abierto por Adriana Lastra que, casi en solitario, realizó los primeros días del escándalo esa petición. Desde sus tiempos de vicesecretaria general y portavoz parlamentaria no había vuelto a estar tan en boga en los medios nacionales. Moncloa no quiere oír hablar de judicializar el escándalo, pero Barbón y Lastra, sí.