Pedro Sánchez, en una rueda de prensa donde esta vez aceptó las preguntas (parece absurdo hablar de aceptar preguntas en una cita con periodistas, pero la mayoría de las veces no las permite), anunció la implantación desde el próximo mes de enero de un bono único de transporte para desplazarse en trenes de cercanías, media distancia y servicios estatales de autobús por toda España. Los usuarios disfrutarán de una tarifa plana de 60 euros mensuales (rebaja del 50% para menores de veintiséis años). De forma paulatina se aplicará la difusión del bono; en la primera fase se integrarán los servicios públicos estatales; en la segunda alcanzará la subvención, también, al metro y los autobuses urbanos.
Parece que el Gobierno se ha inspirado en el modelo alemán, donde es posible por 58 euros desplazarse por todos los medios de transporte, con la salvedad de los convoyes de alta velocidad, los de larga distancia o los de carácter internacional. Imagino que en España habrá las mismas excepciones, ya que sería ruinoso financiar una red tan extensa de alta velocidad (sólo la red de China tiene más kilómetros). La medida del bono único tiene dos objetivos generales. Uno es captar viajeros para el transporte colectivo con la finalidad de contribuir al descenso de emisiones de gases de efecto invernadero; el otro es impulsar la intermodalidad. La principal palanca de la intermodalidad es construir estaciones donde confluyan todas los sistemas de transporte y la segunda es crear un bono válido para la variedad de medios y destinos.
Asturias es una región adelantada a la propuesta de Sánchez. Desde hace tres años existe la tarjeta Conecta que permite viajar por toda la región en autobuses y en trenes de Renfe por treinta euros. Un 40% de los asturianos tienen la tarjeta y el transporte colectivo creció más de un 50%. Si se ajustaran los horarios y las infraestructuras ferroviarias de ancho métrico (antigua Feve) no estuvieran tan obsoletas, la demanda sería mayor.
Entre los objetivos del bono único antes señalados no incluí la propaganda electoral, verdadero motivo para que ayer Pedro Sánchez anunciara la buena nueva. En los siete años y medio que lleva en la Moncloa nunca estuvo tan cuestionado como ahora. En las grandes lacras de corrupciones y tratamientos vejatorios de dirigentes del partido a mujeres, tiene, como mínimo, responsabilidades «in vigilando». A ello se suma lo que empieza el domingo: cuatro elecciones autonómicas en seis meses. Va a necesitar muchos bonos.