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Juan Neira

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GABINO TOMA EL MANDO

La campaña de Rajoy da pie a los realineamientos en el PP asturiano

La foto de Gabino de Lorenzo, con Álvaro Cuesta y Laura González, agarrando la silla vacía del poder dio inicio a la atípica campaña electoral asturiana, un evento que en el resto de España se inicia el día 22, pero que en nuestra región se anticipa, ya que las visitas de Rajoy y Zapatero se programaron para fechas previas.
Mariano Rajoy estuvo, ayer, en Oviedo, en el auditorio Príncipe Felipe. No entiendo por qué el PP asturiano organiza el principal acto de campaña en una sala que no caben más de 2.500 personas. Con lo movilizado que está el electorado de la derecha y no se les ocurre otra cosa que programar la cita con Rajoy como si fuese un concierto de la OSPA. Si algún efecto tiene un mitin para los que no han estado presentes es comprobar, mediante fotos y vídeos, la multitudinaria asistencia. En Asturias hay varios recintos públicos con capacidad para recibir a mucha más gente que en el auditorio de Oviedo, así que la decisión de los organizadores es incomprensible.
Mariano Rajoy se atuvo al guión de sus últimas actuaciones públicas intercalando la economía con los temas más polémicos de la última legislatura, como la negociación con ETA o la Ley de Memoria Histórica. Los mítines propician un discurso de trazo grueso, no apto para los matices, porque se trata de provocar emociones, de trasmitir ánimo, así que los que tenemos interés por ver a Rajoy en profundidad debemos esperar a los “cara a cara” televisados con Zapatero, los próximos días 25 de febrero y 3 de marzo. Estoy convencido que ahí se juegan ambos líderes la suerte en las urnas, dado el apretado margen que hay entre el PSOE y el PP en las encuestas.
En Asturias, los candidatos del PP no están por la labor de participar en debates “cara a cara” televisados con sus rivales directos, como les pidieron los socialistas a Gabino de Lorenzo y a Pilar Fernández Pardo. Los candidatos asturianos del PP prefieren otros formatos de comparecencia menos arriesgados, dejando que Rajoy haga el trabajo por ellos.
El líder nacional del PP ofreció la faz de la alternativa reformista, que no se plantea dudas de identidad ni saltos en el vacío para desarmar a ETA ni reabrir las cicatrices de heridas históricas. Esa parte del discurso de Rajoy es una continuación de la línea política seguida por el PP a lo largo del último mandato. Zapatero introdujo temas que no estaban en la agenda política (nadie se planteaba la pertinencia de la negociación con ETA ni la necesidad de reformas tan profundas de los estatutos de autonomía) y Rajoy encontró un filón para hacer oposición. La parte más consistente de la alternativa de Rajoy está en ofrecer seguridad frente al riesgo de determinadas políticas impulsadas por Zapatero, que más tarde tuvo que rectificar, como es el caso del diálogo con ETA, o que nos han llevado a una posición más conflictiva de la que partíamos, como es la organización del mapa autonómico.
La solución a los problemas de España no se puede alumbrar en un mitin, así que cuando se inicie la próxima legislatura habrá que retomar algunos temas, en sede parlamentaria, como la armonización de las desorbitadas reformas estatutarias a las que se han acabado sumando todos los partidos, porque nada tiene más predicamento que un cierto discurso nacionalista (máximo autogobierno) para ser escuchado en un territorio pequeño. O la obligada y aplaza reforma de la financiación autonómica que todos los partidos están dejando fuera del debate electoral.
El candidato del PP ha cargado contra el estado de la economía española. Durante toda la legislatura, cuando se creaba el 40% del empleo de la eurozona, la economía estuvo ausente del debate político. Ahora, los indicadores laborales y bursátiles han inflexionado, y Rajoy critica al Gobierno. No conozco ningún líder de la oposición que no haga responsable al Gobierno de los malos datos económicos, al igual que no hay presidente de un país que no presuma de ser el artífice del crecimiento económico. Seguro que Zapatero está arrepentido de no haber adelantado unos meses las elecciones.
REBAJAS FISCALES
Punto y aparte merecen las propuestas tributarias repetidas por Rajoy en Oviedo, que son imposibles de llevar a cabo, como dejar sin la obligación de realizar declaración sobre la renta a todas las personas que tengan unos ingresos inferiores a los 16.000 euros. Una cosa es que paguen poco y otra que no tengan nada que contribuir. Tanto Rajoy como Zapatero han ideado un programa fiscal para cautivar al votante, olvidándose de las necesidades del Estado. Con la economía perdiendo fuerza, la bajada de impuestos obligaría a acudir al recurso de la deuda para financiar infraestructuras y programas sociales.
Rajoy sólo le ha dedicado una frase a Asturias para mostrar su apoyo al tren de alta velocidad y a las cuencas mineras. Los líderes nacionales proponen para cada región lo que les piden los dirigentes de cada territorio. Una vez más se puede comprobar el obtuso planteamiento territorial del PP asturiano, convencido de que la alternativa liberal-conservadora en nuestra región pasa por disputar la hegemonía a la izquierda sobre el discurso de las inversiones en las cuencas. Ahí se dan la mano Rozada, Ovidio y Gabino. Asombra tanta ceguera. Los señores de la derecha deberían saber que el charnego Montilla, en la temporada que estuvo al frente del Ministerio de Industria sin saber nada de industria, ya firmó para las cuencas 1.716 millones de euros en fondos mineros y aceptó las prejubilaciones a los cuarenta y picos años de edad, con 600.000 euros por barba. ¿Debe Rajoy prometer más dinero? ¿Y luego critican las subvenciones? Seamos serios.
Antes que Rajoy, habló Gabino de Lorenzo. Está claro que es el que manda en el PP asturiano. Al referirse a los socialistas deslizó una frase premonitoria: “habrá otras elecciones y ahí les espero”. Con la disculpa de ayudar a Rajoy a ser presidente, De Lorenzo ha tomado un atajo dentro de su partido, fidelizando al PP gijonés, y dispuesto a retirar a Ovidio Sánchez de la primera línea de mando. La clave de la operación está en poner al atribulado PP gijonés bajo su batuta, y para ello nada mejor que garantizarle cobertura frente a las veleidades de los “casquistas”. De ahí la destemplada referencia a Tarzán y la compra del piso en Alcobendas.

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por JUAN NEIRA

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