Faltan tres semanas para la celebración del Congreso Nacional del PP y crecen las especulaciones. La probabilidad de que se presente un candidato para disputar a Rajoy la presidencia del partido es escasa, como lo demuestra el hecho de que sea el nombre de Juan Costa el más repetido. Para entendernos, Juan Costa no es un líder del PP, sino un hombre de Rodrigo Rato, como María San Gil es un peón de Jaime Mayor Oreja. Proponer a Juan Costa para la presidencia sólo serviría para concentrar el voto de los descontentos de Rajoy y presentar en sociedad al sector crítico.
Mientras los discrepantes tantean a la militancia en busca de avales, Mariano Rajoy hizo una demostración pública de su liderazgo, en Valladolid, rodeado de la mayor parte de los líderes autonómicos, entre los que se encontraba Ovidio Sánchez. Sólo Esperanza Aguirre y María San Gil estuvieron ausentes del acto. El abrumador apoyo de los dirigentes territoriales asegura el triunfo de Rajoy en el Congreso, porque la elección de delegados estuvo muy mediatizada por el aparato del partido en cada región. La participación de la militancia en la votación de los delegados fue escasísima, así que los nombres elegidos responden en gran medida a la preferencia de las direcciones regionales.
De la época en que gobernó el PP apenas hay dirigentes con peso en torno a Rajoy. El más destacado es Javier Arenas, ex secretario general del PP y ex ministro. Y luego, Alberto Ruiz Gallardón. Toda la vieja guardia está con los críticos, por acción o por omisión. Esto quiere decir que a Rajoy le sobran apoyos para ganar el Congreso, pero puede perder la batalla a lo largo de la legislatura, porque la mayor parte de los dirigentes que se oponen a su liderazgo tienen mucha mayor influencia en la sociedad que los dirigentes regionales. Pongamos un ejemplo cercano: no creo que las declaraciones de ningún dirigente asturiano del PP conciten tanta atención como unas breves frases pronunciadas por Álvarez-Cascos. De esa situación se podría librar Mariano Rajoy convenciendo a algunos dirigentes críticos para que se integraran en su candidatura, cosa que hasta ahora no ha sucedido. Las fuertes declaraciones cruzadas entre ambos bandos impiden la integración en una lista.