Zapatero llega hoy a los Oscos para pasar los últimos días de vacaciones. Creo recordar que este año el descanso estival lo inició el presidente el día seis del presente mes, una semana más tarde de lo habitual. Ese corrimiento de fechas está causado por el plus de trabajo que conlleva el año electoral en el que nos encontramos. Mítines, entrevistas, viajes, todo está enfocado a robustecer la imagen con la que se va a comparecer ante los ciudadanos. En los últimas semanas, el presidente habla más de economía que en los tres años anteriores, consciente que a la gente le interesa más el trabajo que cualquier otra cosa; uno de los mayores errores del mandato fue no poner los datos macroeconómicos en el mascarón de proa de su discurso. Si en España se crea más de un tercio de los puestos de trabajo de la eurozona no tiene sentido que durante tres años el énfasis de la acción de Gobierno se haya puesto en los estatutos de autonomía, en la Ley de Memoria Histórica, o en el llamado “proceso de paz”. Ayer, tras despachar con el Rey, Zapatero declaró que respalda la decisión del Banco Central Europeo de inyectar dinero para aumentar la liquidez del mercado. ¡Cuánto más rentable es hablar del Banco Central Europeo que de Otegi!
Como todo lo que hace un presidente del Gobierno es político, y más en un año electoral, el gesto de terminar las vacaciones en los Oscos no cabe verlo como una afición particular, la necesidad de liberarse del stress o la búsqueda de un lugar tranquilo para poder leer y escuchar la música de los pájaros. Esas consideraciones valen para un padre de familia de clase media, pero no para un presidente de gobierno. Pasar unos días en los Oscos, en vez de hacerlo en Oropesa del Mar o en Menorca, supone avanzar un rasgo más dentro del perfil de presidente antinuclear, ecologista, feminista y amante de los derechos civiles. Venir al corazón del Paraíso Natural en tiempos del cambio climático es un gesto inteligente, incluso en días de lluvia.
Los Oscos, como todas las comarcas del interior en el Occidente, es un paraje muy desconocido para los propios asturianos. Es la Meca del turismo rural, pero todavía sigue cotizando más el modelo de sol y playa. Entre el ruido y el silencio, la gente teme más lo segundo.