La visita de Zapatero a Asturias se produce en medio de críticas de la oposición por respaldar a la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez. En principio, el apoyo del presidente a los ministros es la norma general de todo gobierno, hasta el día que son destituidos. Magdalena Álvarez no es una persona simpática, aunque sea andaluza, lo que le ha servido para ganarse la animadversión de sus rivales políticos. En Asturias, hemos sufrido desde el principio del mandato su particular manera de gestionar, con visitas muy breves a una región que lo espera todo de las obras públicas. Su antecesor en el cargo fue Álvarez-Cascos, que visitaba las carreteras en construcción con la cadencia de un jefe de obras. Un gran contraste. En resumen: ningún amor por esta ministra.

Aclarado el estado de ánimo, entremos en el fondo político de la controversia del presidente y los líderes de la oposición. La ministra de Fomento ha sido puesta en la picota por la crisis de las infraestructuras catalanas, un asunto que ha soliviantado a la opinión pública de esa región. El detonante fue el apagón que sufrieron durante díasvarios barrios de Barcelona, por culpa del relajo de la Generalitat, que no mostró ningún celo en la inspección de las empresas eléctricas que operan en suterritorio. Tras el fallo de suministro eléctrico llegó el colapso de unas autovías de peaje que están dando servicio a los catalanes desde hace más de treinta años, gracias al pago que hacen todos los turistas y emigrantes que pasan por ellas. Y a ello se sumó el desastre de los trenes de cercanías de Barcelona, con un trazado de vías en obras por la llegada del AVE. En este asunto fueron clave los cambios de trazado del AVE, en su llegada a Barcelona, impuestos por las instituciones catalanas. No hay ninguna razón para comparar a Magdalena Álvarez con un señorito andaluz, aunque la expresión hizo fortuna en el Congreso de los Diputados y en los periódicos.

Centrar las críticas del Gobierno en el Ministerio de Fomento, cuando se construyen más kilómetros de Alta Velocidad que en cualquier país de Europa, es la forma de hacer del verano algo frívolo.El problema es que la oposición no se atreve a disparar contra la Generalitat porque ese discurso político comporta riesgos.