A Hugo Morán hay que agradecerle su intervención en la campaña electoral porque con sus planteamientos ha elevado el tono de la misma. En vez de sumarse a la guerra de declaraciones sobre el uso de aviones en campaña, ha defendido con argumentos la línea de alta tensión Sama-Velilla, la construcción de la regasificadora y el embalse de Caleao, y la ubicación de una incineradora en Serín. Se puede discrepar del diputado Morán, pero hay que aportar argumentos, no basta con lanzar insultos. La política energética es uno de los pilares de la nueva Europa de los Veintisiete, y las decisiones que se tomen en Asturias no pueden obviar las directrices europeas. Hechas las alabanzas, vamos con las puntualizaciones.
En su intervención, Hugo Morán relacionó todos los equipamientos citados con el desarrollo sostenible y limpio. Es lógica la aspiración a implantar un modelo energético que no contamine y tenga una capacidad ilimitada de reposición, pero ese es un ideal, no una realidad. Hay que optar entre bienes y costes relativos. El gas, como combustible líder en el modelo energético español, es más limpio que el carbón, pero también contamina. Las únicas energías limpias son las renovables, pero resulta descabellado pensar en un modelo liderado por estas energías porque su coste económico es alto y la fiabilidad del recurso escasa. Un ejemplo. En el año 2006, las centrales nucleares funcionaron un 89% del tiempo, mientras que los parques eólicos aportaron electricidad durante el 23% del año. Según Hugo Morán estamos en un proceso de transición hacia un modelo energético renovable. Una utopía.
Hugo Morán se refirió a la necesidad de contar con redes de transporte para las energías renovables, por oposición a la producción energética concentrada, a base de gas, carbón y centrales nucleares. No es exactamente así. La principal causa de las redes de transporte no tiene que ver con la fuente de energía, sino en separar la producción y el consumo. Por ejemplo, en toda la Comunidad Autónoma de Madrid no hay un ciclo combinado de gas, luego tiene que haber varias líneas de alta tensión para que tengan luz. Ahora bien, las largas redes de transporte, que son necesarias, también son causa de un mayor gasto energético y contaminación. En política energética sobra ideología y falta pragmatismo.