Sobre Ovidio Sánchez recae una gran responsabilidad en los debates sobre el estado de la región, ya que es el único interviniente con licencia para discrepar. Llegó con la mano tendida al debate, ofreciendo colaboración, pero dejando claro que el presidente Areces estaba agotado, así que Ovidio estaba dispuesto a practicar la misericordia. Al hablar de la crisis económica, advirtió que lo peor está por llegar, y empezó a desgranar los males. Puesto a hacer imputaciones, culpó al Gobierno regional de la pérdida de población. Criticó el modelo de financiación autonómica, la política fiscal, para llegar al mantra del PP asturiano: los chiringuitos socialistas. En siete años creció un 131% su presupuesto. Álvarez Areces dijo que Asturias era la segunda región con un organigrama de empresas públicas menos amplio. Entre la hidra de siete cabezas, del PP, y la pyme socialista, seguro que hay un término medio. El problema es que por mucho que se empeñe Gabino de Lorenzo, en la crisis económica el gasto que suponen Idepa, Sogepsa, Fundatec, Archivo de Indianos y un largo etcétera es testimonial.
El verdadero debate entre Areces y Ovidio Sánchez se produjo en el turno de réplicas, cuando la región quedó en un segundo plano y pasaron a cuestionarse su futuro político personal. Ahí hubo intercambio de golpes, con el argumento de la edad de Areces y la serie ininterrumpida de derrotas del líder de la oposición. Hubo un registro sublime, propio de un Sánchez estoico, cuando dijo que “ganar no es lo más importante en la vida”. Puede que tenga razón, pero convencer tampoco es una prioridad.
La Junta General del Principado se juega su prestigio en estos debates, y con lo sucedido esta mañana, no va a ganar puestos en el ranking de los Parlamentos.