Adrián Barbón expuso un plan para superar el desastre ambiental y económico-social sufrido con los incendios. A falta de una valoración detallada de daños, basta con mirar el paisaje que dejaron las llamas para comprender que el medio rural asturiano, en especial en occidente, ha tocado fondo, ya que se suman a los graves problemas que sufría las 14.000 hectáreas calcinadas. El presidente del Principado ha afirmado que habrá ayudas directas para ganaderos, agricultores y empresas forestales, con la finalidad de compensarlos por los quebrantos sufridos. Supongo que la declaración de zona catastrófica, demandada al Gobierno central, facilitará la financiación de las ayudas.
De lo dicho por Barbón deduzco que lo principal es un cambio de enfoque en las actuaciones del campo poniendo la seguridad de personas, pueblos y explotaciones en el centro de las preocupaciones. La suspensión de la tramitación del nuevo plan forestal responde al cambio de objetivos, dejando los aspectos productivos en segundo plano y buscando dar prioridad a la prevención de incendios. El presidente habló de buscar la seguridad de los pueblos, desbrozando los contornos y creando infraestructuras de defensa.
Uno tiene la sensación de que, en una semana, Barbón aprendió más de incendios en el medio rural que en toda su vida de concejal, alcalde y presidente de comunidad autónoma. Pudo ver con sus ojos la impotencia ante las llamas y está concienciado. Eso es muy importante, porque sin toma de conciencia, cualquier medida, a medio y largo plazo, se relativiza. Lo primero que hay que decir es que la cosa no estaba regular o mal, sino dejada de la mano de Dios. Si no se juntaban la sequía, las altas temperaturas y el fuerte viento la normalidad estaba garantizada. En el caso opuesto, había que confiar en la suerte. Sometido el campo a una situación de estrés quedó claro que la destrucción es imparable. Hacen falta más medios humanos, materiales y un plan. Hay que gastar dinero en limpiar los bosques, reduciendo significativamente el combustible (matorral) acumulado. Es necesario, como dicen los expertos, crear un «mosaico de cortafuegos». Más cosas. Al igual que se hace con las zonas inundables, hay que inventariar cuántas viviendas hay a menos de diez metros de las masas forestales. Y cuántas a menos de cien metros. En estudios ajenos a la Administración se han contabilizado 35.000 inmuebles. Es muy probable que haya más. En el plan tienen que constar un plazo para cambiar este estado de cosas.