Quedan cuatro semanas para los comicios autonómicos y municipales, tiempo suficiente para mejorar la pobre actuación desarrollada por los candidatos en los últimos meses. La campaña electoral es de quince días -el único periodo de tiempo donde se puede pedir directamente el voto a los ciudadanos-, pero la disputa por los sufragios empezó en enero, cuando los partidos terminaron de presentar a los cabezas de lista que aspiran a la Presidencia del Principado o a las alcaldías. A partir de ahí, todas las intervenciones públicas, hasta la más nimia, se hizo con la mirada puesta en las urnas.
La mayor parte de las intervenciones se limitaron a atacar a los rivales. El ejemplo más claro está en el PSOE y el PP, donde Barbón y Canga se descalificaron mutuamente, sin apenas conocerse. No perdieron el tiempo en desgranar argumentos sobre lo que hacen los partidos con los que compiten, prefirieron el atajo de la invectiva personal, como forma útil de atraer el voto. Llevamos cuatro meses con esa táctica que lejos de atraer, provoca cansancio.
Lo más sensato hubiera sido dejar de dedicar tanta atención a los rivales y explicar o anunciar compromisos electorales, pero para eso hay que tener programas redactados, cosa que a estas alturas del calendario no ocurre, salvo raros casos. Los partidos suelen presentar los programas en vísperas de las votaciones, en vez de aprobarlos y difundirlos dos o tres meses antes para que se puedan conocer y debatir.
En los partidos clásicos de la izquierda (PSOE, IU) se aprobaron, hace muchos meses, unos programas marco que sirven lo mismo para Asturias que para Extremadura, Baleares o Ceuta, cuando lo que se necesita en unas elecciones autonómicas es conocer los compromisos sobre el territorio concreto para el que se eligen los candidatos.
Buscando por la red me enteré de que la Federación Socialista Asturiana (FSA) abrió hace doce días un espacio para recibir sugerencias de los ciudadanos que, luego, se incorporarán al programa que elabora el partido. Repito: presentar un programa unos días antes de los comicios es devaluarlo.
En Podemos, al parecer, tienen un programa electoral, pero la dirección no se lo dio a los candidatos. Covadonga Tomé, Daniel Ripa y compañía llevan semanas pidiéndolo, pero no acaba de llegar a sus manos. El aparato, como siempre, colabora intensamente con los ganadores de las primarias para que puedan sacar el máximo número de votos.
El PP tiene un programa aprobado para Asturias, cosa que es muy agradecer, porque no es habitual. Sigue con la inveterada costumbre de elaborarlo como si fuese un resumen. Ya ocurría así en los tiempos de Rozada y Ovidio Sánchez. Es un modelo de comunicación lacónico que guarda cierto parentesco con twitter. El problema es que a veces hace falta extenderse más para decir algo sustancial.
Fui a ver qué decía el programa de las listas de espera en la sanidad, el gran problema de la gestión sanitaria y me encontré con esto. Punto 02: «Gestionaremos de forma eficaz las listas de espera, para lo que aprobaremos una Ley de Garantías Sanitarias». Me quedé sin saber cómo van a reducir las listas de espera. Desde luego, aprobando leyes no se acortan los tiempos de demora.
En otros asuntos, el formato resumido les funciona muy bien, como, por ejemplo, en el apartado de la Regeneración Democrática, con once medidas concretas que cualquier demócrata suscribiría.
Foro lanzó en febrero una iniciativa, Plan Asturias, para que la gente formule propuestas concretas que conformarán su programa electoral. Dos precisiones. Las propuestas de ciudadanos diversos nunca forman el programa electoral de un partido. Pueden incorporarse determinadas medidas que les sugiera la gente, pero el núcleo del programa lo deciden la dirección de la organización y los afiliados. De no ser así, podría darse el caso de que se configurara un programa electoral abiertamente contrario a la ideología y la estrategia del partido. En segundo lugar, la presentación del programa también será en fechas muy cercanas a las votaciones, así que carecerá de la relevancia que debiera tener.
No encontré el programa para las elecciones asturianas de Vox y Ciudadanos. A lo mejor es que todavía están redactándolo.
Después de todo lo anterior llego a la conclusión de que los programas forman parte de la liturgia electoral, pero no constituyen el núcleo de la oferta que hacen los partidos a los ciudadanos. Los esfuerzos se centran en mostrar al público a su principal candidato y en lanzar mensajes que contienen chollos para la gente, como las ofertas que introducen las grandes superficies en los buzones. ¡Ah!, se me olvidaba; también tienen mensajes, como dardos, para degradar la imagen de los rivales. Esos son los tres pilares de las modernas campañas electorales: Photoshop, regalos e improperios.
Hasta ahora la precampaña es muy insulsa. Carece de una tensión mínima inherente a las vísperas de todo acontecimiento transcendente. A lo mejor es porque la política asturiana tiene mucho de estanque de aguas estancas y porque el electorado ha menguado y envejecido. La excepción es Gijón, donde la cosa está que arde. Todas las semanas hay un candidato o candidata que presenta un futuro equipamiento. Todos muy baratos. En Asturias sabemos, por experiencia, que si el coste de las infraestructuras es bajo, el sobrecoste será enorme.