En un acto de precampaña, Adrián Barbón lanzó una idea que definió como «rompedora», con la que aspira a revolucionar el sistema, porque va dirigida al modelo de elección de representantes. El presidente propone crear una cuarta circunscripción electoral que se llamará, ‘Asturianos en el Exterior’, formada por todas las personas que viven fuera de España y tienen derecho al voto en los comicios autonómicos. Huérfanos como estamos de debates de ideas, la propuesta de Barbón resulta muy tentadora. Merece un comentario de domingo.
Cada cuatro años, cuando se acerca la campaña de las elecciones autonómicas, escribo un artículo sobre la división del mapa regional en tres circunscripciones electorales. Fue una idea que surgió en transición, basada en las malas comunicaciones de entonces, que se introdujo en el Estatuto de Autonomía. Un invento artificioso que hace que en Villaviciosa, a 13 minutos de El Molinón, no puedan votar a Barbón, Canga, Zapico o Tomé, porque es, supuestamente, un territorio distinto y exige de otros representantes.
El invento de las alas tiene dos consecuencias perniciosas: fomenta y estimula el localismo, cáncer del viejo modelo territorial asturiano y del actual, y propicia que los once escaños de las alas sean siempre para el PSOE y el PP. Los mismos votos en una sola urna darían paso a un reparto de escaños más plural. Podríamos añadir el argumento de rechazar el absurdo: un territorio de 10.600 kilómetros cuadrados no necesita dividirse en tres. Si no impera el sentido común acabaremos con tres o cuatro circunscripciones electorales y con tres lenguas oficiales.
De salir adelante la idea pasaríamos a tener la circunscripción central (33 escaños), occidental (6), oriental (5) y Asturianos en el Exterior (1). La propuesta de Barbón incluye quitar un diputado a la circunscripción central y dárselo a los del exterior. No quiere sacarlo de las alas porque, dijo, «para nosotros son muy importantes». Para animarnos el presidente afirmó que «es una fórmula que se utiliza en otros países de Europa y funciona bien». Solo la hay en Portugal, Croacia, Italia y Francia. No se contemplan para las elecciones como las autonómicas.
El censo de ciudadanos viviendo en el extranjero con derecho a voto en Asturias es creciente. Hace quince años, eran 64.940. Ahora son 123.201, tanto como Avilés, Mieres y Valdés juntos. El censo aumenta de forma extraordinaria desde la aprobación de la Ley de Memoria Democrática (21 octubre de 2022) que facilita el acceso al voto. Cualquier chileno, uruguayo o colombiano que sea nieto de un español que se exilió, por cualquier causa, puede votar como un gijonés de Cimadevilla, un ovetense de El Fontán o un avilesino de Rivero.
El censo electoral se va inflar, fundamentalmente, con ciudadanos de Argentina, México y Cuba. El 58% de las nuevas nacionalizaciones proceden de esos países. No estamos hablando de un asturiano que lleva 40 años en Valparaíso, sino del nieto de un asturiano que salió de España hace 60 u 80 años, que formó una familia, tuvo hijos, y ahora un nieto que todo su entorno (compañeros de trabajo, vecinos, amigos) reconoce como chileno, aprovecha la ley y vota en Asturias.
El daño es mucho mayor si ese voto se agrupa en una circunscripción, porque el voto separado, segregado, crea identidad. El voto del exterior se transformaría en un lobby con escaño incorporado, que velaría por sus intereses, que se centrarían forzosamente en subvenciones para estudiar, viajar, trabajar.
El disparate es mayúsculo porque unos señores que ni viven ni van a vivir aquí, no pagan impuestos en esta tierra, ni utilizan los servicios públicos asturianos, tendrían representantes en la Junta General del Principado para decidir sobre los recursos que van a inversión, sanidad, educación, salario social, universidad, etc.
Sin embargo, un nigeriano que lleva cuatro años en Asturias, trabajando y pagando impuestos, no puede votar en las elecciones autonómicas. La ley es sensible a la mirada melancólica del abuelo en la foto, pero no integra al que es igual que nosotros, hace lo mismo que nosotros y sólo se diferencia en el color de la piel.
Todo este asunto está atravesado por el problema de la identidad, algo que la izquierda tenía claro hace 30 o 40 años. En la actualidad, los líderes de la izquierda mezclan identidad y ciudadanía, porque están contaminados por el discurso nacionalista. Nuestro sistema político no está basado en identidades, sino en derechos. Los derechos crean el estatus del ciudadano, mientras que las identidades operan en el campo de los valores culturales.
Los propios constitucionalistas asturianos tienen muy claro que nuestra democracia no es de identidades, sino de afectación: votan las personas que están afectadas por la toma de decisiones de los que van a elegir. El resto no están concernidos.
La cuarta circunscripción no resolverá ninguno de los problemas que tenemos y traerá aparejada problemas que en la actualidad no existen. Los partidos pequeños quedarían laminados, pero ese no es el mayor problema, hay comunidades autónomas que llevan cuarenta años gobernadas por un sistema bipartidista.
El problema mayor es la perversión de la participación política que nos llevaría a que gente que no vive aquí, ni paga impuestos ni consume ni produce en Asturias podría con su voto decidir qué partido nos gobierna.