Si una persona con ascendencia y con autoridad sobre otra cree que esta puede mejorar y conseguir éxitos, esta expectativa logrará que la persona sobre la que recae se esfuerce en mejorar debido a la positiva actitud que siente sobre si. La expectativa influye o determina que el sujeto sobre el que se cree y se espera que mejore, mejorará en realidad. Lo mismo ocurre si la expectativa es negativa. En ese caso si esperamos y creemos que el otro fracasará y que va empeorar, le influirá para que se cumpla la profecía.
Por tanto si los padres, los profesores o los jefes están convencidos de que sus hijos, alumnos o empleados van a rendir o fracasar facilitarán con ello la concreción. Si la opinión y expectativas que otras personas importantes para nosotros nos influyen tan determinantemente puede uno imaginarse la enorme responsabilidad que como profesores, padres, encargados o jefes tenemos sobre los que dependen de nosotros. Si yo creo que los demás esperan mucho de mi tenderé a que se sientan satisfechos cumpliendo ante sus ojos. Y si al relacionarme espero que mis alumnos o empleados les salgan las cosas bien, estaré consiguiendo que se convierta en realidad lo que espero porque el otro lo notará y tenderá a esforzarse para complacerme.
Podemos pues aumentar la autoestima de los otros o destruirla así como sus logros en base a nuestras expectativas sobre ellos.
El “efecto Pigmalión” que es como se conoce este fenómeno nació cuando el escultor Pigmalión creó una escultura tan perfecta que llegó a enamorarse de ella y logró que la escultura cobrase vida. Desde entonces se entiende por efecto Pigmalión la influencia que nuestras expectativas ejercen sobre quienes recaen, elevándolas, en cuyo caso el efecto es positivo o reduciéndolas en cuyo caso el efecto se puede imaginar. Puede cada cual pensar cuanto le habrá influido que haya gente que esperaba mucho de él o por el contrario nada y puede cada cual meditar la influencia que sus expectativas positivas, su aceptación y su refuerzo tienen sobre sus seres queridos o sobre los que de ellos dependen.
Si nuestras expectativas son buenas les reforzaremos, les aceptaremos, resaltaremos sus cualidades, hablaremos bien de ellos y si son bajas o muy bajas mostraremos actitudes de indiferencia, ignorancia o infravaloración, con lo que es fácil averiguar las consecuencias. Igual que la función crea el órgano la expectativa crea y facilita la conducta esperada.