Habia tomado en el Hospital de Cabuelles el autobùs de la linea 1, que me llevarìa hasta mi apartamento en la Calzada.Por comodidad tomè el ùltimo asiento del sector izquierda.Poco a poco se iba llenando, cuando llegaron a los asientos delante del mio, tres muchachas universitarias, llenas de vida.Le daban ese frescor a todos los demàs pasajeros, muchos agotados del trabajo o de las tareas domèsticas.
Pensaba en mis hijas y mis nietos en Cancùn, medio dormitado, cuando una frase de Aida me hizo, sin querer, prestar atenciòn.Hablaba de que iban a echar agua al arbol que un dìa habìa plantado un hombre con ellas, que habìa estado en los campos de concentraciòn, y , en el aniversario, el ya fallecido, ellan iban a darle sus nutrientes a aquel àrbol en el recuerdo.
Junto a ella, ambas de lentes que no ocultaban su belleza, iba Enol.
Y, ante lo insolito de lo que habìa escuchado, me permitì comentar con ellas la historia de los campos de concentraciòn donde aquel hombre que tan buen recuerdo dejò en ellas, que hoy volvìan al parque a darle el aguita al arbol.
Y ahì, sus mentes abiertas al saber, voltearon sus cabecitas para escuchar la historias de aquel pasajero de 80 años, sobre los 218,000 españoles refugiados en Francia, tras el Levantamiento del 18 de julio de 1939, el papel de Mèxico, de Gilberto Bosques de sus 80,000 visas que repartiò, de como 30,000 pudieron salir a Mèxico, del papel de Gilberto Bosques y como màs tarde el embajador Luis Rodriguez en Mountban, convirtio aquel hotel,con la bandera mexicana en el balcon, dandoles proteccion diplomàtica al ùltimo Presidente de la II Republica Española y a su familia y finalmente se enfrentò al gobierno de Vichy aliado de los nazis y de Franco, hizo un funeral pùblico y al prohibir que su ataud see pudiera cubrir con la bandera republicana, Rodriguez, les dijo que serìa un honor para èl si aceptaban que fuera enterrado con la bandera mexicana, donde està enterrado ante el olvido de España.
Enol muy pendiente da la plàtica, hablaba de Miguel Hernàndez de como habia muerto en la carcel.
Aquella conversaciòn con Aida y Enol, fue, ante el olvido, la confirmaciòn que esas dos rosas que tuve la suerte de encontrar en el autobùs, son la semilla de la nueva España que vendrà, tras el franquismo y la llamada Transiciòn que ha ocultado a esta generaciòn, lo que sucediò.
El republicano que pasò por los campos de concentraciòn, sembrò su semilla en ellas, las rosas que me encontrè en el autobùs, y me hicieron feliz.