Tiempo después,exiliado en Bruselas, Belarmino rememoró aquellos duros momentos en unas declaraciones para el diario Avance. ” Comenzaron las cábalas y las conjeturas y como alguien comentara otra fuga del Comité, se empezó a hablar de proceder de la detención de los miembros del mismo y su cacheo por si hubiera reparto de dinero.Aquella masa se colocaba en actitud amenazadora y algunos provistos de fusiles empezaban a tomar posiciones por puertas y junto a los coches allí estacionados.Unánimemente manifestaban una cosa así sin consultar a los trabajadores.Que no estaban que se obrase a sus espaldas y que hiciera lo que hiciera el Comité ellos continuarían la lucha palmo a palmo “.
Al tomar el coche para salir hacia Oviedo aquellos obreros le gritaron: ” Belarmino, si no vuelves antes de dos horas, vamos a buscarte con toda la dinamita que hay en la cuenca”.
Belarmino preguntó a Torrens si estaba dispuesto a acompañarlo a la peligrosa reunión de Oviedo.Este accedió. El lider minero se metió una pistola en el bolsillo de la americana, subió al coche,montó su arma y salió hacia Oviedo con un teniente de la Guardia Civil como guía y acompañante.El Vehículo llevaba un mantel blanco como bandera.
Donde comenzaba la carreterita que conduce al cementerio de Oviedo, dos guardias de asalto les echaron primero el alto y luego les permitirían pasar…La visión del cementerio recordó a Belarmino la visión de 13 cadáveres que había visto antes con las manos amarradas a la espalda..El coche continuó su traqueteo por las calles ovetenses, atravesando lugares en los que días antes los obreros habían luchado calle por calle contra los militares.El vehículo se detuvo ante el Cuartel Pelayo.Lo primero que vio el lider minero fue media docena de cadáveres amontonados bajo un árbol. Torrens se bajó del vehículo para regresar acompañado por dos tenientes que se situaron al lado del coche, montando guardia.El teniente regresó al interior del edificio.Mientras, Belarmino esperaba dentro del coche.Los cinco minutos que tardó en volver fueron suficientes para que un corrillo de sorprendidas militares comenzara a formarse alrededor del turismo.
Belarmino salió del coche y pasó en medio de una fila de personas entre el jefe de los revolucionarios reconoció a algún periodista.
Los saludó, simulando una “tranquilidad imposible “
— ¿ Que hay señores?. Lo habrá pasado mal estos días.
Le contestaron sonriendo. A él se le figuró que con esas sonrisas querían decirle” tu no sales de aquí”.
Se encontró a López Ochoa fumando un cigarro en mitad de la habitación.
— Buenas tarde, ¿ es usted el general López Ochoa?.Soy Belarmino Tomás. El militar esbozo un gesto de cordialidad antes de hablar y el lider minero aprovechó para continuar.
—-Antes de que empecemos a tratar lo que aquí nos traer, quiero que no pierda de usted de vista que quienes nos hallamos frente a frente SOMOS DOS GENERALES: el de las fuerzas gubernamentales que es usted y el de los revolucionarios soy yo.
— Está bien. Tengo sumo gusto de hablar con usted de todas esas cosas que nos preocupan.Celebraré que lleguemos a un acuerdo.Lo contrario va a costar mucha sangre: a ustedes y al ejército. Ya sabe usted que en toda España ha fracasado su movimiento. Está usted hablando con un republicabno y con un masón.Es preciso evitar consecuencias peores.
El general continuó hablando de su liberalismo, de su significación en favor de la República, de su amistad con el presidente…..En Ese punto, Belarmino Tomás lo interrumpió.
Vengo a decirle que estamos dispuestos a dar por terminado el movimiento, siempre que lleguemos a una inteligencia, pero no a rendirnos sin consecuencias. Nos falta munición, pero tenemos dinamita suficiente para retrasar dos meses la entrada de las fuerzas en las cuencas.
Tiene usted razón, replicó el general dada la topografía de las zonas mineras es evidente que eso nos costaría mucha vidas.¿ Cuales son sus condiciones?.
Belarmino , dijo que no podía aceptar la entrega de los Comités Revolucionarios, pero que estaría dispuesto a entregar el armamento, peroa cambio usted debe aceptar que no haya represalias, salvo las que se deriven de la acción de los tribunales de justicia; que a la salida de las fuerzas de Oviedo para entrar en las cuencas no vayan en cabeza ni el Tercio ni los regulares, por que si la gente los vieran llegar al frente no saldrían bien las cosas.
Al terminar el general le preguntó inclusos cual era su propósito tras la retirada. Pues huir inmediatmente, le respondió Belarmino.. ” Hace usted mal.Quédese, no le pasará nada. Soy íntimo amigo del auditor de guerra, y como le dije antes del presidente de la República.Le visitará y me interesaré por su caso”.
” Prefiero no ocasionarle esa molestia, pero si me pillan y va a ver al presidente de la República, dígale que me debe una visita al penal.”.
Con esa broma se despidieron cordialmente. El mismo general le acompañó a la puerta y gritó a sus subordinados: ¡¡ A ver , Que pongan a disposición de este señor el mejor de los coches requisados.!!
Ambos cruzaron al patio ante los sorprendidos periodistas.
Cuando Belarmino se subió al auto junto al teniente Torrens, el general le dirigió un saludo militar.
Al regresar, cerca de San Esteban de las CRuces, una patrulla de la guardia revolucionaria le reconoció y se acercó al coche.
¿ Pegamos fuego a la dinamita ?.. !!No hombre, no !!, lo que hay que hacer es retirarse y huir.