En pleno vuelo hacia París, pensaba como, por aquella llamada, había tenido que cruzar el Atlántico en otra compañía. No era Iberia, sino la exquisitez de Air France. Nada que ver con los DC 3, con que iba cada año a la península de Baja California llevando aquel equipo de fútbol Asturias; tampoco como el avión de American Air Lines con que a los 19 había ido a Nueva York y a Washington a aquel intercambio, y menos, pensaría después con los Tupolev para regresar años después de Moscú, a La Habana, vía Túnez., estrecho y aquella robustas azafatas.
No, Air France hizo placentero este primer cruce del “charco” y antes , a los 25 años, de ver a los compañeros de Juventudes, a los hermanos Martinez Parera, a Manuel Simón , a Tere Atienza a Garnacho, caminaba a la orilla del Sena cuando, inevitable, fui a Notredame, Allí en el silencio y la belleza de aquella aquella catedral pensaba en Maria Antonieta Rivas Mercado, la amante de la alta burguesía del filósofo José Vasconcelos, quien dejada por él, y sin ningún apoyo de su origen social, se había pegado un tiro en la cabeza , allí, en Notredame, lo cual, por supuesto no quedó registrado nunca..
Como regresaría a esta inolvidable ciudad, el paseo fue sencillo y en la noche, ya como Tere Atienza, Simón y los Pareras, ejemplares, saqué los discos de mariachis que eran mi regalo y unos banderines con la bandera republicana. Era el primer contacto con la dirección de aquellas míticas Juventudes, Socialistas, sin saber nada de Jaime Vera, su fundador.
Tequilas iban y volvían, envueltos en las notas del mariachi, cuando se hizo un alto para explicarme la misión: Era 1965 y dado que ellos no podían entrar a España, me encargaban a mi ,mexicano que iba a probar aquel elixir de los Dioses de mis viejos, la Sidra, ocho contactos en Madrid, Galicia, Asturias, y el País Vasco, con sus direcciones y documentos base para discutir en el congreso.
“Al llegar, no te preocupes. El contacto será un compañero de tu edad, con poco cabello, con suéter con rombos azules y te esperará en la Librería del Corte Inglés de La Castellana: Se llama Miguel Boyer”.
Casi 60 años más tarde ayer conocí la historia. La casa de la filipina que vino , vio y venció Isabel Preysler, por la que habían pasado Julio Iglesias, marqueses, y que sólo soñaba a quien sacarle la mansión que ella merecía, la de los 33 recamaras y los 16 baños, que añoraba y sólo sólo podía dársela un hombre potente económicamente.
5,000 metros de construcción, la recamara de 140 metros donde más tarde aquel peruano exigía que ella, todavía de muy buen ver, a las 10 de la noche, estuviera en la fiesta que estuviera, tenía que darle su “masajito” para que el premio Nobel pudiera dormir, llamada Villa Meona, se la habia construido,….MIGUEL BOYER.
Una historia……