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Rafael Fernández Tomás

Reflexiones de Belarmino

¡¡” CUANDO GUSTE, DON INDA……”.- “Y SI GUSTO “.-MAX AUB, LEON FELIPE Y JIMENEZ DE ASÙA !!

Era mediodìa de un domingo.Lleno el amplio salòn  esperaban a aquel hombre, oir sus palabras.Era tan infrecuente verlo que el dìa que las Juventudes Socialistas de Mèxico lo invitaron y aceptò para el mes siguiente, habìa creado espectaciòn.

El Centro Republicano Español en el primer piso de aquel edificio,rebosaba de gente, ya en las escaleras, ya en el salòn lleno una hora antes, cuando apareciò aquel hombre bajito, obeso, con su boina negra,inconfundible.

Los exiliados se acercaban a saludarlo. Era 1955. El autor ,Secretario General de las Juventudes en Mèxico, habìa sugerido invitar a Indalecio Prieto a una conferencia.Viendo que se desesperaban los que llevaban allì aquella hora para escucharlos, mientras el saludaba a los los que los que se acercaban, me acerquè prudentemente a los 15 años, y le dije: ” Cuando quiera, Don Inda “.Me mirò, y me respondio: ” Y si quiero “.

Asi era Indalecio Prieto,cuyo domicilio en la av. Nuevo Leòn de dos pisos, se diferenciaba tanto de los modestos apartyamentos en el centro de la ciudad de “los sin nombre”.Por supuesto, los intimos de èl, vivìan en su entorno de clase media acomodada.Màs tarde sabrìa toda la historia del Tesoro de El Vita, llegado a Veracruz y de su destino.

En los cafès del centro en el Cafe Madrid y el Campoamor, se reunìan todos los dìas en las tardes, aquellos exilados mayores,consumiendo un cortado que les servìa para media tarde, donde las discusiones eran interminables pero aleccionadores para quienes asistiamos a oirles.En aquellos años, socialistas, comunistas, anarquistas y republicano a muchos los acompañamos al Cementerio Español, con su ùnico y gastado traje, pero todos ellos, llevando en la chaqueta el carnet del partido o del sindicato. Era su herencia a los suyos.

Cerca de ahì, en el Ateneo Español en la calle de Morelos, lleno de miles de  libros de aquel exilio inolvidable, una tarde me encontrè con un hombre sencillo, delgado, de barba, con quien, sin conocerlo desgustè aqulla tarde enriquecido: Era Leòn Felipe.

A los 17, en la Universidad Nacional Autonoma de Mèxico, con capacidad para 300,000 alumnos, en aquella explendida Ciudad Universitaria, con un estadio para 60,000 personas y los grandes murales de Siqueiros y tantos màs, que costaba todo el año 300 pesos,(15 euros), encontre y degustè a Josè Gaos  en su Facultad y a Max Aub, en aquel momento director de Radio Universidad y a tantos màs que me ubicaron en la calidad del exilio intelectual que habia recibido Mèxico.

Como Mèxico no reconociò nunca A Franco, allì estaba situado las Oficinas del Gobierno Republicano y un dìa, fue nombrado Jimenez de Asùa Presidente de la Republica Española en el exilio, venido de Argentina, fue un español que nos enriqueciò a muchos.

Inolvidables momentos que han quedado en la memoria antes de que nos absorbiese la lucha del pueblo mexicano.

 

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