Una vez terminado el rifirrafe verbal entre mandatarios, ahora quedan por analizar sus consecuencias. Las empresas españolas asentadas en la zona temen que el incidente y la hostilidad mostrada, les haga, si cabe, aún más difícil la vida. Desde que Hugo Chávez llegase al poder han invertido, según las Cámaras de Comercio, más de 1.704 millones de euros. No es su principal mercado (Argentina, México o Brasil, son mucho mayores), pero sí bastante importante. Francamente, a mí lo sucedido el sábado no me parece que empeore nada puesto que ya había todo un proceso en marcha. Me explico. El socialismo del siglo XXI que propugna el Presidente venezolano tiene un fin principal: destruir la economía de mercado. Todo lo que huela a ella, le produce náuseas. Hace poco, sin ir más lejos, advirtió de que nacionalizaría los bancos y metería en la cárcel a sus presidentes. La situación es tan mala que muchas empresas han decidido marcharse, pero se encuentran con un problema: nadie quiere comprarlas. Tal y como actúa la revolución bolivariana (asaltando tierras para quedárselas, por ejemplo), el siguiente paso será destruir las inversiones extranjeras para apropiarse de su capital. Así que, se enfrente o no al Rey, el Presidente venezolano seguirá imparable en el proceso de laminar la economía de su país. Por otra parte, el Gobierno parece estar acertado en sosegar las cosas. Llamar a consultas al embajador como pretende el Partido Popular, sólo ayudaría a la estrategia totalitaria de Chávez y sus huestes.