Hay quien, a mí manera de entender, confunde las cosas en el caso de la revista “El Jueves”. Primero, porque la sátira política es otra cosa y segundo, porque la libertad de expresión que dicen invocar tiene que tener un límite. Pongamos que, la zafia caricatura, fuese hecha contra un ciudadano o político cualquiera. Pregunto, ¿no resultaría acaso también hiriente? ¿Es que alguien no se sentiría ofendido al verse en una portada de semejante guisa? ¿Es que para denunciar, según ellos, que alguien no trabaja hace falta mostrar esas formas? A mí la caricatura, zafia como ella sola, repito, me parece un mal ejemplo de lo que debería ser una crítica hacia un personaje público. La elegancia, las formas, tampoco se pueden perder desde cualquier medio de comunicación y, así, si, como dicen los autores, sólo querían demostrar que las ayudas a la natalidad las puede cobrar cualquiera; primaron el continente (el dibujo) sobre el propio contenido (la denuncia). De ahí, al insulto directo, la verdad, sólo media un trecho. El buen humor, si de verdad lo es, debe de ser también fino, exquisito en definitiva. Hace bien la fiscalía en poner un límite a la libertad de expresión pública. Y no porque sea sobre el Príncipe de Asturias, sino porque el siguiente en la lista podría ser cualquiera de nosotros.