Uno está un poco hasta las narices de la imagen esa que algunos artistas quieren cultivar. Sí, al igual que los poetas malditos franceses (que bebían absenta y tenían altercados continuos), parece ser que ciertos personajes consideran que su manera de comportarse debe basarse en eso; en montar escándalos para así acrecentar su fama. Hace tiempo en Gijón, Joaquín Sabina, armó una de las suyas suspendiendo un ansiado concierto. Apenas había comenzado cuando se quedó sin voz. Como pudo dijo que “había sido malito la noche anterior” y ahí los dejó. Sin embargo, lo que para mí fue una falta de profesionalidad imperdonable, para sus fans tenía encanto. Muchos -pese a venir incluso desde fuera de Asturias- le disculpaban, porque, según ellos, el cantante era así. Ahora le toca al bueno de Melendi, quien, por otra parte, casi acaba de comenzar en esto. La bronca que armó en el avión fue de órdago, tanto, que, como saben, el comandante decidió volver casi en mitad de vuelo (cosa, por cierto, discutible). Dice el cantante que se pone muy nervioso y por eso sube al avión ya borracho. Bueno, supongo que no seguiría el mismo método para los exámenes del carné de conducir, sino… Por otra parte, pide disculpas a todos los pasajeros por los perjuicios causados, pero, claro, que prepare el bolsillo porque su imagen de “Enfant terrible” le va a salir cara. A partir de ahora, digo yo, se lo pensará dos veces antes de ir de bohemio por la vida .