La ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, ha sido elegida por la oposición y clase política en general como diana de las críticas hacia el Gobierno. Ayer, sin ir más lejos, en la inauguración de un tramo del AVE en Málaga, aseguró que el trayecto costaría 30 euros si se compraba por internet. Renfe, a las pocas horas, lo desmintió, ya que, según ellos, el precio estaba pendiente de confirmación. Antes, para inaugurar el tramo del AVE Madrid-Valladolid, había subido a los periodistas en un tren Talgo que circulaba a velocidades normales y con una catenaria que todavía no estaba preparada para la alta velocidad. Por si fuera poco, en uno de los túneles del Guadarrama el tren (supuesto AVE) se llenó de polvo procedente de la obra. Antes, recuerden, el Parlamento catalán había pedido su dimisión por el tinglado de los cercanías, sin que, sus compañeros socialistas, la defendiesen especialmente. A todo ello, el domingo, en un mitin con el Presidente, respondió con una frase digna de La Pasionaria (“Antes partía que doblá”), y apelando al orgullo de la mujer andaluza. Bien, la verdad, es que las críticas hacia su gestión no tienen mucho que ver con todo eso: ni importa que sea o no mujer, ni más o menos tozuda, ni andaluza. En este país, sinceramente, el que se no se consuela es porque no quiere.