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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

El fantasma de la inflación.

Uno de mis escritores de cabecera, Stefan Zweig, relataba la situación que se vivía en Berlín poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Decía que la inflación -ese fantasma que tanto asusta a los economistas- era tan alta y difícil de controlar que la gente se dedicaba a gastar todo su dinero porque ahorrar no servía de nada (véase la película “Cabaret” inspirada en aquella época). Es más, aseguraba que una de las causas de la llegada de Hitler al poder había sido esa: la incapacidad para poder gobernar una economía que registraba incrementos exorbitantes en productos básicos y, por tanto, llevaba a la gente a la desesperación. Sin llegar a tanto, en las economías modernas, la inflación siempre es un mal que conviene atajar. Últimamente, en nuestro país se están produciendo fenómenos inflacionistas que, según el propio Ministro de Economía, resultan, cuando menos, preocupantes. Antiguamente, cuando la economía se controlaba desde el propio sistema, las medidas a realizar estaban claras: era necesario enfriarla. Eso se hacía reduciendo el consumo al subir el precio del dinero (y con ello el tipo de interés), o, en su caso, aplicando una política fiscal más dura. Ahora, tal y como están las cosas, la situación es más complicada. Recuerden que, la política económica, ya no sólo depende de un país, sino que es el Banco Central Europeo quien la dicta. Por otra parte, éste ya realizó subidas reiteradas de los tipos de interés para así reducir el consumo y, con ello, también, inevitablemente, trajo la crisis hipotecaria. Hay que tener en cuenta que, la actual situación inflacionaria (el IPC acabará el año rondando el 4 por ciento), tiene sus fundamentos en la subida del petróleo y otros productos básicos que afectan directamente a la cesta de la compra (todo lo relativo a cereales, por ejemplo). Por ello, me temo que, poco o nada, puede hacer nuestro Gobierno por contenerla, ya que, desgraciadamente, no tiene ningún control sobre los mismos. En resumen, nuestra inflación depende más de otros que de nosotros. O sea, la famosa globalización.

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Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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