He de decir que, la propuesta lanzada ayer por Mariano Rajoy sobre la firma de un “contrato de integración” para los emigrantes, no me gusta mucho. Me parece, cuando menos, floja en alguno de sus puntos. Cuando se trata de deberes y obligaciones de un individuo lo que hay que hacer son leyes (o en su caso reformarlas, claro está). Si la Ley de Extranjería posee lagunas tal y como durante todos estos años se ha demostrado, pues que se cambie. Pero, díganme, ¿de qué valdría semejante contrato ante un incumplimiento del mismo si luego, como ahora, no se lleva a la práctica la orden de expulsión? ¿No prevalecerían siempre otras normativas, por ejemplo, un convenio firmado con determinado país, sobre dicho contrato? ¿Solucionaría esto acaso el verdadero problema, o sea, la llegada masiva de “cayucos” a las playas? ¿Qué es eso, como señala en uno de sus apartados, de aceptar las costumbres españolas? ¿Incluiríamos en ese caso la siesta, por ejemplo? Que la emigración se integre y forme parte sin reticencias de nuestra comunidad, creo que es compartido mayoritariamente por todos. Ahora bien, para eso ya existe una Ley, la de Extranjería, repito, que no se cumple en la mayoría de los casos. El objetivo de nuestros gobernantes debería ser que la misma se llevase a la práctica y, sobre todo, mejorarla.